SCHOPENHAUER; DEL MUNDO COMO VOLUNTAD Y REPRESENTACIÓN AL PESIMISMO METAFÍSICO
Vásquez rocca, Adolfo, "Schopenhauer
y Freud: Aportes de Schopenahuer a la Psiquiatría moderna", En
Biblioteca Asociación Filosófica UI, 2007 [reeditado en 2010] http://www.uruguaypiensa.org.uy/noticia_387_1.html
Introducción a la idea de Libertad y Determinismo en Schopenhauer.
La voluntad ante la conciencia inmediata.
Todos
nuestros actos van acompañados de la conciencia de nuestro poder sobre
nosotros mismos, de nuestra casualidad personal. Gracias a este
sentimiento íntimo, lo declaramos obra nuestra, y cada cual, con certeza
absoluta se cree verdadero autor de sus actos y moralmente responsables
de cuanto hace.
La
voluntad ante la conciencia inmediata: “puedo hacer lo que quiera”
(cuando no me lo impida un obstáculo físico). El testimonio de la
conciencia inmediata se refiere al poder obrar conforme a la voluntad.
El testimonio de la conciencia se refiere a la relación entre los actos y
las voliciones. La conciencia proclama la libertad de los actos,
presuponiendo la libertad de las voliciones. Pero lo que esta en duda es
precisamente esa libertad de los volición. Lo que debemos es estudiar
entonces es la relación entre la misma voluntad y los motivos. Y sobre
este punto, la afirmación “puedo hacer lo que quiero” no proporciona
ningún dato. Lo que está en duda es la libertad del querer, por lo
tanto el problema deberá plantearse de este modo: ¿puedo querer (elegir)
lo que quiero? Lo cual haría suponer que toda volición depende de otra
volición anterior. Suponer que toda volición depende de otra volición
anterior. Concedamos que se responda afirmativamente la serie de las
voliciones, y consideramos a cada una de ellas como dependiente de una
volición anterior, sin llegar nunca por tal camino a una volición
primitiva, capaz de ser considerada exenta de toda relación y de toda
dependencia. Sólo la necesidad de encontrar un punto fijo (la razón
perezosa) lleva a admitir semejantes volición.
“Puedo
hacer lo que quiera”. Puedo, si quiero, dar a los pobres cuanto yo
posea, y empobrecerme a mi mismo si quiero. Pero no esta en mi mano
quererlo, porque tienen mucho imperio en mí los motivos opuestos. En
cambio, si tuviera yo otro carácter y llevar la abnegación hasta la
santidad, podría quererlo, pero entonces no podría dejar de hacerlo, y
lo haría necesariamente.
Cada
ser en el mundo obra según su esencia, en la cual están contenidas en
potencia ya todas sus manifestaciones activas, y esas manifestaciones
misma dan a conocer la esencia de de la cual emana. El hombre no s una
excepción del resto de las acciones de un individuo guardaran siempre
conformidad moral con ese carácter individual e invariable: cada cual
obrará como es. El hombre realiza todas sus decisiones en conformidad
con su carácter, no puede traicionarlo. Nuestro hacer esta determinado
en nuestro modo de hacer, en nuestro carácter. “Porque somos como somos
es por lo que la decisión tiene que hacer así necesariamente”. La
responsabilidad moral no se anula, si no que se traslada del hacer al
ser. Se llama malo a un hombre no porque he ejecute acciones moralmente
malas, sino porque estas son tales que dejan concluir una constitución
mala, un fundamento malo, presente universalmente en le sujeto. Somos
responsables de lo que somos y no de sus manifestaciones particulares.
Para
tranquilizar a los que por motivos religiosos se oponen a estas tesis,
Schopenhauer hacen notar que si bien ellas se sustentan en razones
puramente filosóficas no se contradicen la teología, (en especial la
protestante en su vertiente alemana), para ello cita a Lutero. No deja
de ser paradojal que las tesis de un ateo como Schopenhauer encuentren
expresión en un determinismo de carácter teológico (llevado hasta sus
ultimas consecuencias por Calvino). Este determinismo puede ser
formulado como sigue: “No somos pecadores porque pecamos, sino que
pecamos porque somos pecadores”.
Influencia de Shopenhauer en Freud.
Un
cuidadoso análisis de la obra central de Schopenhauer, El mundo como
voluntad y representación, muestra que muchas de las ideas más
características de Freud habían sido anticipadas por Schopenhauer. Todo
pensador expresa siempre algo de la cultura de su tiempo, por supuesto,
pero los paralelismos que encontramos entre Freud y Schopenhauer van más
allá de la mera influencia cultural. El concepto schopenhauriano de
voluntad contiene los fundamentos de lo que en Freud llegarán a ser los
conceptos del inconsciente y del Ello.
Los
escritos de Schopenhauer sobre la locura anticipan la teoría de la
represión de Freud y su primera teoría sobre la etiología de las
neurosis. La obra de Schopenhauer contiene aspectos de la futura teoría
de la libre asociación. Y lo que es más importante, Schopenhauer
anticipa la mayor parte de la teoría freudiana de la sexualidad.
Schopenhauer,
como psicólogo de la voluntad, es el padre de toda la psicología
moderna. Desde él parte una línea que, a través del radicalismo
psicológico de Nietzsche, va directa hasta Freud y los hombres que
construyeron su psicología del inconsciente y la aplicaron a las
ciencias de la mente.
Transición entre la sensibilidad romántica y la modernista.
Freud
aparecerá pues como una figura de transición entre la sensibilidad
romántica y la modernista y lo es, sólo porque, precisamente
Schopenhauer un siglo antes había abonado el trasfondo de las teorías
psicoanalíticas. No sólo la afirmación de un estrato interior –profundo
de la mente– constituyo un hito, sino, y esto de un modo aun más
significativo, el postular –como Schopenhauer– que la existencia humana
se sustentaba alrededor de un eje irracional y dinámico (la voluntad),
consideración que tampoco es ajena a poetas como Poe y Baudelaire,
quienes intuían la presencia la presencia de un mal profundo inherente
al hombre. No es pues extraño que en este contexto Freud propusiera que
la principal fuerza impulsora de la conducta estaba situada más allá del
alcance de la conciencia, y, hallándose bloqueada en gran medida en su
expresión directa, se abriera paso tortuosamente hasta la superficie en
los sueños, las obras de arte, las distorsiones o deslices del
razonamiento y el comportamiento neurótico. Ese recurso interior era en
esencia la energía del deseo, y concretamente del deseo de realización
sexual. Por cierto que con Freud, como lo hemos anunciado, las pasiones
oscuras –propias de la estética y el ideario romántico de los poetas
malditos– adquirieron una apariencia modernista, caracterizadas con un
lenguaje cuasi-biológico como “impulsos libidinales”, y allí donde los
románticos descubrían la potente evidencia de los recovecos interiores,
las demandas modernistas levaron a Freud a tratar de conseguir pruebas
objetivas de lo inconsciente.
De
este modo, Freud caía bajo el influjo de la ciencia (la física) y la
cultura de su época, de los problemas que dominaban el espíritu de
aquella época, como también de los modos de abordarlos, esto es de una
perspectiva de análisis y de determinadas racionalidades y modelos
explicativos.
En
el siglo XIX, algunos temas generales eran muy frecuentes en el mundo
de habla alemana, y ninguno de ellos más que el de la voluntad y la
conciencia. Estos temas pueden haber alcanzado en Freud su máximo desarrollo, como algunos han sugerido, pero no tienen su comienzo en él ni tampoco en Nietzsche.
Para encontrar sus orígenes y los primeros planteamientos claros
debemos, como hemos anticipado, retroceder hasta Schopenhauer. En él
encontramos no sólo la anticipación de algunas de las ideas más
características de Freud sino también una articulación sorprendentemente
completa de ellas. Es de conocimiento general, por supuesto, que
Schopenhauer anticipó de algún modo a Freud. Ciertamente, el propio
Freud reconocía esto, aunque con una curiosa ambivalencia. Sin embargo,
las correspondencias son más extensas y detalladas de lo que se acepta
corrientemente. La razón de que no se haya reparado lo suficiente en
ello puede ser la falta de una exhaustiva y cuidadosa lectura de los
textos de Schopenhauer para descubrirlo.
Veamos
en primer lugar el concepto de voluntad en Schopenhauer. Pensado como
un concepto metafísico, la “voluntad” de Schopenhauer es
sorprendentemente semejante a los primeros estímulos endógenos de Freud y
más tarde del Ello. Por otra parte, la doctrina de Schopenhauer
contiene una clara anticipación de los procesos primarios y la
sexualidad es tan central en él como en la posterior teoría del Ello de Freud.
Además, Schopenhauer
también identificó un proceso que no es solamente semejante al
posterior concepto freudiano de represión sino que lo expresa incluso en
un lenguaje similar, e intentó seguir el rastro de una etiología de la
locura. Aunque fracasó en su empeño, prefigura la primera teoría de las
neurosis de Freud;
Schopenhauer vio la locura como una enfermedad mental en mayor medida
de lo que se acostumbraba en su época. Por último, su concepto del hilo
de la memoria y su noción de asociación como método para recuperar
recuerdos y sueños perdidos anticipan aspectos de posteriores ideas
freudianas.
En
Freud encontramos el mismo sombrío realismo schopenhaueriano que busca
las raíces de la espiritualidad humana en oscuras fuerzas primitivas e
instintivas.
Schopenhauer
también identificó un proceso que no es solamente semejante al
posterior concepto freudiano de represión sino que lo expresa incluso en
un lenguaje similar, e intentó seguir el rastro de una etiología de la
locura. Aunque fracasó en su empeño, prefigura la primera teoría de las
neurosis de Freud; Schopenhauer vio la locura como una enfermedad mental
en mayor medida de lo que se acostumbraba en su época. Por último, su
concepto del hilo de la memoria y su noción de asociación como método
para recuperar recuerdos y sueños perdidos anticipan aspectos de
posteriores ideas freudianas.
Antes de examinar estas correspondencias, repasemos brevemente las opiniones de otros autores.
Como hemos dicho anteriormente, muchos escritores han notado muchos paralelismos entre Schopenhauer y Freud,
especialmente en lo que se refiere a sus puntos de vista sobre ética y
estética. Su común pesimismo es un ejemplo bien conocido. Bischler
(1939), uno de los primeros estudios, es típico a este respecto:
restringe sus comentarios a las semejanzas en el pesimismo de ambos y a
sus posiciones éticas y estéticas. Para él, la semejanza más importante
es que puede encontrarse en ambos "el mismo sombrío realismo que busca
las raíces de la espiritualidad humana en oscuras fuerzas primitivas e
instintivas" (1939, p. 88). Sin embargo, pasa de largo de las semejanzas
entre su psicología. Excepto algunos comentarios sobre sus teorías
sobre el amor, en donde se centra más en las divergencias que en las
semejanzas. Hay unos pocos estudios que se refieren específicamente a
las semejanzas en la psicología. Proctor-Greg (1956) es uno de los
primeros. Encuentra semejanzas en su tratamiento de las enfermedades
mentales, aunque de manera concisa, y señala ciertas correspondencias
entre aspectos de la psicología de Schopenhauer y el modelo topográfico
de Freud. Como Bischler, también indica los paralelismos en la ética y
la estética.
El
primer estudio significativo fue realizado por Ellenberger, en su
clásica historia de la psicología dinámica de 1970. Subraya en varias
ocasiones las ideas psicológicas de Schopenhauer
e insta a que sea incluido "definitivamente entre los antecesores de la
moderna psiquiatría dinámica" (1970, p. 205). También menciona con
aprobación la interesante afirmación de Foerster de que "nadie debe
ocuparse del psicoanálisis sin antes haber estudiado profundamente a
Schopenhauer" (1970, p. 542). En general, ve a Schopenhauer como el
primero y más importante del gran número de filósofos del inconsciente
del siglo XIX, y concluye que "no cabe la menor duda de que el
pensamiento de Freud es uno de ellos" (1970, p. 542). No obstante,
Ellenberger intenta abarcar por completo el siglo XIX, por lo que su
tratamiento de un determinado pensador es necesariamente apresurado.
El
ensayo de Gupta de 1980 es también una notable contribución. Afirma que
"en los escritos de Schopenhauer se encuentran muchas penetrantes ideas
que más tarde fueron desarrolladas y elaboradas por Freud"
(1980, p. 226). En lo que se refiere a la psicología, Gupta encuentra
semejanzas entre la voluntad de Schopenhauer y el Ello de Freud (1980,
pp. 226-8), y entre las ideas pioneras de Schopenhauer sobre la
sexualidad y las posteriores ideas de Freud. También señala que
"Schopenhauer llegó cerca de la teoría de la racionalización de Freud"
(1980, p. 226), indicando que Schopenhauer anticipó la noción de
represión e hizo la penetrante observación de que "ambos consideran que
la represión excesiva deteriora la personalidad humana" (1980, p. 231).
Además observa que ambos consideran la importancia capital de la
infancia en la formación de la posterior personalidad (1980, pp. 231-2).
Estas observaciones son importantes aunque no agotan el tema. Además,
Gupta ofrece pocas pruebas de las afirmaciones que realiza.
Observemos que la relación con Freud ha
sido realizada por muchos autores que se han ocupado de Schopenhauer.
Gardiner (1963) contiene breves referencias a la descripción de
Schopenhauer de la represión y a la semejanza entre la voluntad y el
inconsciente freudiano, por ejemplo. También indica la relación entre la
doctrina de la sexualidad de Schopenhauer y la de Freud. De modo
similar, en su libro de 1989, Magee indica varias semejanzas entre
Schopenhauer y Freud, observando que "muchas de las ideas que
constituyen el núcleo del pensamiento de Freud están completa y
claramente en Schopenhauer" (1989, p. 283). También expresa la opinión
de que era imposible que Freud fuera tan independiente de la influencia
de Schopenhauer como afirmaba, cuestión que examinaremos más adelante.
Por
último, Thomas Mann hizo alguna vez algunas profundas observaciones
sobre el tema. Desde su punto de vista, Schopenhauer, como psicólogo de
la voluntad, es el padre de toda la psicología moderna. Desde él parte
una línea que, a través del radicalismo psicológico de Nietzsche, va
directa hasta Freud y los hombres que construyeron su psicología del
inconsciente y la aplicaron a las ciencias de la mente [1968, 408]. Mann
observa muchos puntos de coincidencia entre Schopenhauer y Freud, desde
semejanzas en sus perspectivas psicológicas generales hasta semejanzas
entre la voluntad y el intelecto de Schopenhauer y el Yo y el Ello de
Freud. Mann hizo estos comentarios, muy interesantes, en un discurso
sobre el ochenta aniversario de Freud.
Uno
de los propósitos de este trabajo es aportar algún fundamento a este
tipo de afirmaciones que hemos esquematizado. Volvamos ahora a la noción
de voluntad de Schopenhauer. Como vemos, su psicología se desarrolla
directamente a partir de esta noción, especialmente sus doctrinas de que
la sexualidad penetra toda la motivación humana y que el intelecto es
secundario respecto a la voluntad. Para Schopenhauer la voluntad es
fundamental. Ella subyace y anima a todos los fenómenos (todo lo que se
puede observar o lo que llamamos el mundo objetivo). De acuerdo con
Schopenhauer, podemos saber algo de la voluntad a partir de la
conciencia de nuestra propia volición; la volición individual es
simplemente una manifestación limitada de la misma voluntad que se
manifiesta en todo el mundo objetivo. Desde el punto de vista de
Schopenhauer la voluntad está en lucha continua y todas sus múltiples
manifestaciones en este mundo están eternamente compitiendo por alcanzar
alguna satisfacción, éste es el fundamento de su pesimismo. Dejando a
un lado las funciones metafísicas que le asigna Schopenhauer, examinemos
lo que vio en sus manifestaciones en la voluntad de los seres humanos
individuales.
Schopenhauer
piensa que la voluntad misma es inconsciente, pero que se manifiesta en
el deseo sexual y en el "amor a la vida" de los seres humanos. Ambos
son manifestaciones de una voluntad de vivir subyacente. Freud toma
prestada esta imagen de dos instintos enraizados en una única voluntad
de vivir y la mantiene sin cambios hasta 1923 por lo menos. Para ambos,
la sexualidad es la más fuerte de los dos, "la más perfecta
manifestación de la voluntad de vivir" (1844, 2, pág. 514). (1)
Ciertamente, Schopenhauer llegó tan lejos como para afirmar que el ser
humano es impulso sexual concreto por cuanto su origen es un acto de
copulación y este impulso por sí solo perpetúa y mantiene por completo
su existencia fenoménica [1844, 2, 514].
Y también: "El
instinto sexual es el más vehemente de todos los anhelos, el deseo de
los deseos, la concentración de toda nuestra voluntad" (1844, 2, p.
514).
Como muchas de sus ideas, las opiniones de Schopenhauer sobre el poder
del deseo sexual están expresadas en un lenguaje metafísico. De hecho,
muestra sus afirmaciones sobre la sexualidad como simples inferencias
del constructo metafísico de la voluntad. Cuando la voluntad se
manifiesta por sí misma en la forma de una criatura viva, tiende a
perpetuarse a sí misma de acuerdo al método de reproducción de la
criatura. Así, la sexualidad es fundamental para la voluntad de
perpetuarse a sí mismo. Es "la más completa manifestación de la voluntad de vivir, su carácter más claramente expresado" (1844, 2, p. 514). Para Schopenhauer, la sexualidad es "la
más decidida y poderosa afirmación de la vida por el hecho de que para
el hombre en su estado natural, como para el animal, es la finalidad de
su vida y su meta más elevada"
(1819, 1, p. 329). Debido a que la conducta sexual es la más poderosa
afirmación de la vida y la más completa manifestación de la voluntad de
vivir, Schopenhauer se refiere a los genitales como "el núcleo central de la voluntad"
(1844, 2, p. 514), esto es, la más clara manifestación física de lo que
la voluntad quiere alcanzar en el mundo físico. La conducta sexual "fluye desde las profundidades de nuestra naturaleza" (1844, 2, p. 511).
Estas
doctrinas anticipan de modo contundente las ideas de Freud sobre la
sexualidad. Como la teoría de Freud, destacan la importancia y la
universalidad de la conducta sexual; para Schopenhauer, la sexualidad es
la más poderosa parte de prácticamente la totalidad de la motivación
humana, y sus ilustraciones de las manifestaciones de esta conducta
parecen un resumen de la teoría de Freud. Schopenhauer incluso amplió
antes que Freud el dominio de la sexualidad más allá de la procreación e
incluso más allá del orgasmo y el placer genital. Ambos llegaron a usar
el término para describir prácticamente la totalidad del placer
adquirido de cualquier manera, aunque creemos que Freud llegó mucho más
lejos que Schopenhauer.
Schopenhauer
encontró manifestaciones del impulso sexual allí donde nunca se había
pensado que existiera. Veamos este notable pasaje:
Todo
esto corresponde al importante papel que juega la relación sexual en el
mundo humano, donde es realmente el centro invisible de toda acción y
conducta, y se puede atisbar por todas partes a pesar de los velos que
lo cubren. Es la causa de la guerra y la meta y objeto de la paz, el
fundamento de lo serio y la finalidad de lo jocoso, la fuente inagotable
del ingenio, la clave de todas las alusiones y el significado de todas
las insinuaciones misteriosas, de todas las proposiciones tácitas y
todas las miradas robadas; es la meditación diaria del joven y a menudo
también del anciano, el pensamiento permanente del impúdico e incluso a
menudo aparece en la imaginación del casto contra su voluntad, el
material siempre disponible de la broma precisamente porque lo
profundamente serio está situado en su raíz .
Este pasaje no es el único. Veamos este otro:
Próximo
al amor a la vida, [el amor sexual] se muestra a sí mismo... como el
más poderoso y activo de todos los motivos e incesantemente reclama la
mitad de los poderes y pensamientos de la parte más joven de la
humanidad. Es la meta final de casi todo esfuerzo humano; tiene una
desfavorable influencia sobre los asuntos más importantes, interrumpe
continuamente las ocupaciones más serias y a veces deja perplejas por un
tiempo incluso a las grandes mentes. Parece no dudar en introducirse
con su morralla e interferir en las negociaciones de los hombres de
Estado y las investigaciones de los eruditos. Sabe como deslizar sus
cartas de amor y sus rizos incluso en los portafolios ministeriales y
los manuscritos filosóficos [1844, 2, 533].
De
este modo, Schopenhauer sigue el rastro de las ubicuas manifestaciones
del instinto sexual. Incluso el amor más sublime es esencialmente
sexual: "incluso en el caso de enamoramiento objetivo y por muy sublime
que la admiración pueda parecer, a lo único que tiende es a la
generación de un individuo..." (1844, 2, p. 535).
De modo parecido:
…toda
naturaleza amorosa está enraizada sólo en el impulso sexual, es de
hecho tan solo más determinada y especializada y, por supuesto, en
sentido estricto, impulso sexual individualizado, no importa lo
etéreamente que se muestre a sí misma [1844, 2, 533]
Estos
pasajes están tan en la línea del psicoanálisis que es difícil creer
que su autor hubiera muerto ya en la época en que Freud comenzaba a ir
al colegio. Ciertamente, sin el respaldo clínico y teórico que Freud
aportó varias décadas más tarde, habrían parecido increíbles a la mayor
parte de los lectores.
Como hemos dicho, Schopenhauer,
como más tarde Freud, amplió el término 'sexualidad' y otros análogos a
un conjunto de fenómenos mucho más amplio que los habituales en el
discurso ordinario. Ampliaron drásticamente las motivaciones y las
actividades 'sexuales' hacia motivaciones y actividades en las que no se
encontraba corrientemente nada sexual. Schopenhauer al menos mantuvo
alguna conexión con lo orgásmico y lo genital (la sexualidad en sentido
ordinario). Si la voluntad es el fundamento de todas las cosas, incluye a
todos los instintos y por consiguiente es mucho más amplia que la
sexualidad normal, sus manifestaciones son sexuales al menos en sentido
ordinario. Freud llegó mucho más lejos ya que no sólo amplió el ámbito
de lo sexual sino que amplió el propio concepto, declarando como
sexuales a muchas cosas que no tenían en absoluto ninguna conexión obvia
con lo orgásmico o el placer genital. Como él mismo admite: "al
psicoanálisis se le reprocha frecuentemente por haber extendido el
concepto de lo sexual más allá del uso común. El hecho es
incontestable..." (1910b, p. 222).
De hecho, la ampliación hecha por Freud
del concepto de sexualidad es mucho más complicada que en Schopenhauer.
Cierto número de ideas procedentes de distintas fuentes contienden en
el uso freudiano del término 'sexualidad'. Como resultado, utilizó el
término 'sexualidad' al menos de tres formas diferentes e incompatibles.
Algunas veces por 'sexualidad'
se refiere como la noción ordinaria al placer genital y al orgasmo, a
las actividades relacionadas con el placer genital y sus desviaciones.
Este es el uso más restringido y es el que emplea cuando habla, por
ejemplo, de la pérdida de interés sexual que la castración causa al
"aniquilar los caracteres sexuales" por completo (1920, p. 214). Sin
embargo, también usó el término de forma ampliada de dos modos
diferentes. En uno de ellos, consideró a todos los placeres sensuales
como sexuales por su conexión con el placer genital y/o orgásmico
(1916-1917, pp. 323-5), incluso el "corriente afecto" de la ternura
(1925a, p. 38), en la que ve un residuo del placer sexual infantil
(1905, p. 200)). Aquí separa explícitamente lo sexual de lo genital, o
lo desconecta en gran medida (1905, p. 180; ver 1913, p. 323; 1925a, p.
38). En este sentido de 'sexual', hay muchos placeres sexuales que la
castración no puede eliminar, así que resulta desconcertante cómo puede
Freud considerarlo todo en conjunto. En el uso más amplio de los tres,
el término 'sexual' se refiere a lo que Platón llama Eros: todas las
fuerzas que impulsan la vida, crean estructura y componen el material
físico.
Estas concepciones rivales aparecen confrontadas en el último párrafo del famoso Prefacio de 1920 a la cuarta edición de Tres
Ensayos de Teoría Sexual (1905). Aquí, Freud también pone en relación su punto de vista con el de Schopenhauer:
Ensayos de Teoría Sexual (1905). Aquí, Freud también pone en relación su punto de vista con el de Schopenhauer:
...parte
del contenido de este libro -su insistencia en la importancia de la
sexualidad en todas las realizaciones humanas y el intento de ampliar el
concepto de sexualidad- se refiere a lo que constituye el primer y más
enérgico motivo de la resistencia contra el psicoanálisis... Podríamos
asombrarnos de ello [...] Porque hace algún tiempo que Arthur
Schopenhauer... mostró a la humanidad la magnitud en que sus actividades
estaban determinadas por los impulsos sexuales -en el sentido ordinario
de la palabra. [...] Y por lo que respecta al 'ensanchamiento' del
concepto de sexualidad..., cualquiera que contemple con desprecio el
psicoanálisis desde una posición de superioridad debería recordar cuán
estrechamente coincide la ampliación de la sexualidad en el
psicoanálisis con el Eros del divino Platón [1905, p. 134; 'divino
Platón' era el modo cómo se refería también Schopenhauer a Platón
Sorprendentemente
ningún concepto de sexualidad ampliada de este modo se encuentra en
ninguna parte de los Tres Ensayos. Mucho más se podría decir sobre la
concepción o las concepciones de la sexualidad en Freud, por supuesto,
pero incluso nuestro precipitado examen es suficiente para mostrar que
Schopenhauer anticipa las ideas de Freud sobre el tema de un modo
interesante. La aseveración de Schopenhauer sobre la ubicuidad de la
sexualidad en los asuntos humanos es particularmente elocuente.
Sobre
cómo la gente hace frente a la fuerza impetuosa del deseo sexual,
Schopenhauer anticipa nuevamente a Freud. Su explicación de cuan lejos
llegan los seres humanos al negar el poder de la sexualidad es tan
sarcástica como la de Freud.
Correspondencias entre aspectos de la psicología de Schopenhauer y el modelo topográfico de Freud.
Ellenberger,
en su clásica historia de la psicología dinámica de 1970. Subraya en
varias ocasiones las ideas psicológicas de Schopenhauer e insta a que
sea incluido "definitivamente entre los antecesores de la moderna
psiquiatría dinámica". También menciona con aprobación la interesante
afirmación de Foerster de que "nadie debe ocuparse del psicoanálisis sin
antes haber estudiado profundamente a Schopenhauer”. En general, ve a
Schopenhauer como el primero y más importante del gran número de
filósofos del inconsciente del siglo XIX, y concluye que "no cabe la
menor duda de que el pensamiento de Freud es uno de ellos".
Son
innegables las semejanzas entre la voluntad de Schopenhauer y el Ello
de Freud, así como entre las ideas pioneras de Schopenhauer sobre la
sexualidad y las posteriores ideas de Freud. Schopenhauer anticipó la
teoría de la racionalización de Freud. Además uno y otro consideran la
importancia capital de la infancia en la formación de la posterior
personalidad.
Volvamos
ahora a la noción de voluntad de Schopenhauer. Como vemos, su
psicología se desarrolla directamente a partir de esta noción,
especialmente sus doctrinas de que la sexualidad penetra toda la
motivación humana y que el intelecto es secundario respecto a la
voluntad.
El
artífice principal de la voluntad como principio y fundamento último de
la realidad en la filosofía moderna, llevándolo a su máxima
radicalidad, ha sido Schopenhauer, hasta tal punto, que a partir de él
se ha producido una verdadera inversión en la filosofía occidental. Así
lo ha visto Ruiz-Werner: “Un componente de particular influencia en la
filosofía de Schopenhauer es su insistencia sobre el primado de la
voluntad en oposición a la razón. Aquí hay un viraje radical en relación
con la tendencia predominante en la cultura occidental, que desde los
griegos había tenido un marcado matiz intelectualista. A lo largo de la
historia hubo sin duda intentos de recalcar el factor de la voluntad a
expensas del conocimiento, pero hasta Schopenhauer no se había afirmado
de manera clara y taxativa la supremacía absoluta de la voluntad en el
plano metafísico”. Schopenhauer
fue consciente de las consecuencias que su planteamiento produjo en el
pensamiento de la filosofía occidental, al afirmar con su habitual
presunción: “Yo soy el primero que he reivindicado para la voluntad la
primacía que le pertenece, transformando así todo el dominio de la
filosofía”.
Para
Schopenhauer la voluntad es fundamental. Ella subyace y anima a todos
los fenómenos (todo lo que se puede observar o lo que llamamos el mundo
objetivo). De acuerdo con Schopenhauer, podemos saber algo de la
voluntad a partir de la conciencia de nuestra propia volición; la
volición individual es simplemente una manifestación limitada de la
misma voluntad que se manifiesta en todo el mundo objetivo. Desde el
punto de vista de Schopenhauer la voluntad está en lucha continua y
todas sus múltiples manifestaciones en este mundo están eternamente
compitiendo por alcanzar alguna satisfacción, éste es el fundamento de
su pesimismo. Dejando a un lado las funciones metafísicas que le asigna
Schopenhauer, examinemos lo que vio en sus manifestaciones en la
voluntad de los seres humanos individuales.
Schopenhauer
piensa que la voluntad misma es inconsciente, pero que se manifiesta en
el deseo sexual y en el "amor a la vida" de los seres humanos. Ambos
son manifestaciones de una voluntad de vivir subyacente. Freud toma
prestada esta imagen de dos instintos enraizados en una única voluntad
de vivir y la mantiene sin cambios hasta 1923 por lo menos. Para ambos,
la sexualidad es la más fuerte de los dos, la más perfecta manifestación
de la voluntad de vivir. Ciertamente, Schopenhauer llegó tan lejos como
para afirmar que el ser humano es impulso sexual concreto por cuanto su
origen es un acto de copulación y este impulso por sí solo perpetúa y
mantiene por completo su existencia fenoménica.
Y
también: "El instinto sexual es el más vehemente de todos los anhelos,
el deseo de los deseos, la concentración de toda nuestra voluntad"
(1844, 2, p. 514). Como muchas de sus ideas, las opiniones de
Schopenhauer sobre el poder del deseo sexual están expresadas en un
lenguaje metafísico. De hecho, muestra sus afirmaciones sobre la
sexualidad como simples inferencias del constructo metafísico de la
voluntad. Cuando la voluntad se manifiesta por sí misma en la forma de
una criatura viva, tiende a perpetuarse a sí misma de acuerdo al método
de reproducción de la criatura. Así, la sexualidad es fundamental para
la voluntad de perpetuarse a sí mismo. Es "la más completa manifestación
de la voluntad de vivir, su carácter más claramente expresado" (1844,
2, p. 514). Para Schopenhauer, la sexualidad es "la más decidida y
poderosa afirmación de la vida por el hecho de que para el hombre en su
estado natural, como para el animal, es la finalidad de su vida y su
meta más elevada" (1819, 1, p. 329). Debido a que la conducta sexual es
la más poderosa afirmación de la vida y la más completa manifestación de
la voluntad de vivir, Schopenhauer se refiere a los genitales como "el
núcleo central de la voluntad" (1844, 2, p. 514), esto es, la más clara
manifestación física de lo que la voluntad quiere alcanzar en el mundo
físico. La conducta sexual "fluye desde las profundidades de nuestra
naturaleza" (1844, 2, p. 511).
Estas
doctrinas anticipan de modo contundente las ideas de Freud sobre la
sexualidad. Como la teoría de Freud, destacan la importancia y la
universalidad de la conducta sexual; para Schopenhauer, la sexualidad es
la más poderosa parte de prácticamente la totalidad de la motivación
humana, y sus ilustraciones de las manifestaciones de esta conducta
parecen un resumen de la teoría de Freud. Schopenhauer incluso amplió
antes que Freud el dominio de la sexualidad más allá de la procreación e
incluso más allá del orgasmo y el placer genital. Ambos llegaron a usar
el término para describir prácticamente la totalidad del placer
adquirido de cualquier manera, aunque creemos que Freud llegó mucho más
lejos que Schopenhauer.
Apendice
El opúsculo de la libertad y el imperio de los motivos.
Con
Schopenhauer se destruye el dogma, según el cual la razón constituía la
más profunda esencia humana. Mientras que antes se consideraba como el
último fundamento del hombre aquella energía que encontraba su más
adecuada expresión en el pensamiento y su lógica, Schopenhauer arranca
este fundamento esencial a la razón y por un giro atrevido la transforma
en un accidente, en un medio o una consecuencia del querer que demanda
para sí aquel puesto.
Si
el hombre es un ser de razón siente los valores y los fines, y porque
los siente como tales, los quiere; el fin dado y valorado determina la
apetencia; esta es la concepción corriente. En cambio, para Schopenhauer
el fin que estimamos y tras del cual vamos impulsados surge de la
voluntad considerada como hecho originario. No queremos porque nuestra
razón estatuya fines y valores, sino que, porque queremos, tenemos
fines; porque queremos continuamente, desde lo más hondo de nuestro ser.
Los fines no son otra cosa que la expresión o la organización lógica de
los procesos de la voluntad. Así, la racionalidad de nuestra existencia
pierde el último apoyo que tenía en el concepto de fin, mientras que el
querer era el camino hacia los puntos previamente designados –en
principio– por la razón. Mas ahora el intelecto no es más que la
iluminación del proceso de la voluntad, que fluye de sí mismo, y al que
la conciencia configura según las categorías que del entendimiento, y
los distintos fines individuales no son más que puntos de luz esparcidos
sobre aquel proceso.
Una
de las características fundamentales de la voluntad es su absoluta
independencia e irracionalidad. Nos podríamos preguntar si Schopenhauer
fue consciente -y con él cualquier pensador que sostenga la
irracionalidad y ceguera del fundamento como atributo esencial-, de las
graves contradicciones a las que conduce la aceptación especulativa de
tal supuesto. Schopenhauer fue tan explícito y taxativo en su inversión
epistemológica, que produce cierta zozobra comprobar con que entusiasmo
acogió lo que para él constituía un auténtico descubrimiento, pensando
que con ello, se desvanecía el principio de razón cognoscitiva, como el
estatuto más propio de las anteriores filosofías racionalistas: “Todo se
reconoce como voluntad, como algo que siendo en sí no obedece al
principio de razón, que es independiente de todo y del que todo depende”
. Un principio cognoscitivo, que Schopenhauer considera que ha impedido
hacerse cargo del verdadero fundamento de la realidad: “El error de
Descartes y de todos los filósofos que han existido ha sido el de
colocar la base fundamental de nuestro ser en el conocimiento en vez de
en la voluntad, es decir, de hacer de ésta lo secundario y de aquél lo
primario”.
El imperio de los motivos
La
inclinación supone la impresionabilidad mas intensa de la voluntad con
respecto a cierta índole de motivos. La pasión es una inclinación tan
fuerte que / los motivos opuestos a los suyos no pueden competir con
ellos, los cuales ejercen un dominio absoluto sobre la voluntad, de
suerte que esta se conduce pasivamente frente a tales motivos
padeciéndolos.
El
afecto constituye una emoción tan poderosa por parte de la voluntad
que, mientas persiste su duración (un lapso de tiempo que no puede ser
muy largo), obstruye y paraliza el empleo de las potencias cognitivas,
condensa el conocimiento, neutraliza en cierta medida la libertad
intelectual y la voluntad actúa por lo tanto desenfrenadamente. Los
afectos no son en definitiva sino las erupciones de una pasión.-por todo
ello resulta obvio que el afecto \ nace ciertamente de la voluntad y no
tiene a lugar sino merced a una intensa excitación de la misma, si bien
tampoco queda enclavada en ella por entero y emplaza su sede muy cerca
del intelecto, desde donde opera nuevamente sobre la voluntad,
ejerciendo ahora un influjo mediato y externo en tanto que no consiste,
sino en una supresión momentánea de las facultades cognitivas, máxime
cuando una representación actual alcance, por mor
de su inmediatez y viveza, una magnitud tal como para que todas las
demás queden eclipsadas por ella. De ahí que un acto apetecido en medio
del afecto no sea del todo imputable a la voluntad ni considerado
enteramente como nuestro; el asesinato cometido en un arrebato de cólera
no es castigado en Inglaterra, al ser considerado algo involuntario
dicho actos vienen a suponer un signo distintivos del carácter empírico,
mas no lo son necesaria e inmediatamente del inteligible.- en cambio la
pasión sí está completamente incardinada en la voluntad. La pasión se
muestra persistente y sus motivos dominan siempre a la voluntad, tanto
cuando son meditados como si se presentan de repente. Sus actos, pues,
son atribuible a la voluntad y suponen síntomas del carácter
inteligibles.
– El
afecto constituye una emoción tan poderosa por parte de la voluntad
que, mientas persiste su duración (un lapso de tiempo que no puede ser
muy largo), obstruye y paraliza el empleo de las potencias cognitivas,
condensa el conocimiento, neutraliza en cierta medida la libertad
intelectual y la voluntad actúa por lo tanto desenfrenadamente. Los
afectos no son en definitiva sino las erupciones de una pasión.-por todo
ello resulta obvio que el afecto \ nace ciertamente de la voluntad y no
tiene a lugar sino merced a una intensa excitación de la misma, si bien
tampoco queda enclavada en ella por entero y emplaza su sede muy cerca
del intelecto, desde donde opera nuevamente sobre la voluntad,
ejerciendo ahora un influjo mediato y externo en tanto que no consiste,
sino en una supresión momentánea de las facultades cognitivas, máxime
cuando una representación actual alcance, por mor de su inmediatez y
viveza, una magnitud tal como para que todas las demás queden eclipsadas
por ella. De ahí que un acto apetecido en medio del afecto no sea del
todo imputable a la voluntad ni considerado enteramente como nuestro; el
asesinato cometido en un arrebato de cólera no es castigado en
Inglaterra, al ser considerado algo involuntario dicho actos vienen a
suponer un signo distintivos del carácter empírico, mas no lo son
necesaria e inmediatamente del inteligible.- en cambio la pasión sí está
completamente incardinada en la voluntad. La pasión se muestra
persistente y sus motivos dominan siempre a la voluntad, tanto cuando
son meditados como si se presentan de repente. Sus actos, pues, son
atribuible a la voluntad y suponen síntomas del carácter inteligibles.
La
voluntad es lo primero y originario; el conocimiento hace mero acto de
presencia y pertenece a la manifestación de la voluntad. Todo hombre es
cuanto es merced a su voluntad, posee originariamente su voluntad y su
carácter, y el querer constituye la base de su esencia; el conocimiento
se añade a ello y solo sirve para mostrarle lo que ya es. Se conoce a
consecuencia de y en conformidad con su voluntad. Para todos los demás
pensadores, el hombre quiere a consecuencia de y en conformidad con su
conocimiento; le bastaría con reflexionar sobre como le gustaría ser;
para hacerlo. Tal seria su libertad: \ el hombre seria su propia obra
bajo la luz del conocimiento. Por el contrario, yo mantengo que ya es su
propia obra antes de todo conocimiento y que el conocimiento solo viene
a iluminar esto; por eso no puede decidir ser de tal o cual manera,
pues no pues no puede ser de otro modo, sino que lo es de una vez para
siempre y luego va conociendo cuanto es. Según ellos, quiere lo que
conoce; en mi opinión conoce lo que quiere.
El mundo como voluntad
La
esencia del mundo es voluntad. El mundo contemplado desde dentro de sí
mismo y nuestra vida es voluntad. La voluntad es lo íntimo del ser, el
núcleo de cada individuo e igualmente de todo. Se manifiesta en toda
fuerza ciega natural y también en la conducta del hombre.
La
voluntad obra de manera absolutamente libre, sin motivación, y es por
tanto, irracional y ciega. Schopenhauer la identifica con las fuerzas
que actúan en la Naturaleza, fuerzas que adoptan aspectos y nombres
diversos (gravedad, magnetismo, electricidad, estímulo, motivo) en sus
manifestaciones fenoménicas, pero que en sí son una única e idéntica
fuerza: La voluntad de vivir.
La vida como dolor.
El pesimismo metafísico de Schopenhauer se expresa en su concepción de una voluntad torturada.
La
voluntad es esfuerzo infinito, un impulso ilimitado, por ello no puede
alcanzar nunca la satisfacción o un estado de tranquilidad. Su esfuerzo
es continuo pero nunca alcanza. Lo que llamamos felicidad o goce no es
más que el cese temporal del deseo. El deseo, como expresión de la
necesidad y del sentimiento de privación, es una forma de dolor. Por
ello la felicidad es la ‘liberación del dolor, la superación de la
necesidad’; es real y esencialmente negativa, y en ningún caso positiva.
No tarda en transformarse en aburrimiento y, entonces, el deseo de
satisfacción resurge de modo natural.
La
vida es voluntad, la voluntad esfuerzo, el esfuerzo es producto de la
necesidad y produce la satisfacción, pero la satisfacción es breve,
renacen los deseos y de este modo se perpetúa hasta lo infinito la
cadena del mal. La vida es un eterno oscilar entre el deseo y el hastío.
El pesimismo metafísico
El
dolor es positivo y la felicidad negativa: He aquí expresado en lo que
consiste el pesimismo de Schopenhauer. Este pesimismo es resultado de la
respuesta que da a la cuestión que la filosofía idealista, según él,
había dejado pendiente: La voluntad es la sustancia de todo cuanto
existe. En efecto, en su teoría del conocimiento Locke
había expuesto que lo que conocemos nos lo hacen conocer los sentidos
pero, a pesar de su empirismo, Locke se ve obligado a conceder que más
allá de lo que los sentidos perciben hay un algo sobre lo que nada
podemos decir, pero que se puede asegurar que existe. A este algo
imperceptible Kant va a llamarlo la cosa en sí. Lo que sea esto en sí no
lo podemos percibir, sólo intuir que existe. Schopenhauer entra ahora
en acción y sostiene que la cosa en sí es la voluntad de vivir. Nos
advierte que su descubrimiento es el paso decisivo que había que dar.
Esta voluntad de vivir, sustancia del mundo, se objetiva en cada ser que
lo puebla. Es una objetivación que tiene diversos grados de evolución,
alcanzando en el hombre el más elevado. Es un impulso ciego e irracional
de querer vivir, un deseo perpetuo de querer más y más, siempre sin
percibir un límite ni marcarse un fin.
Frente a esto Schopenhauer
se ve obligado a proponer una solución ética que permita salvar la
voluntad, alcanzar el fin de su desasosiego, y esto lo encuentra, cosa
singular para un filósofo occidental, en el hinduismo y la filosofía
oriental –a través del concepto de Nirvana (supresión de la voluntad,
llegar a su punto cero, el cese temporal del deseo), de modo que su
propuesta, en rigor no es huir del mundo, como los ascéticos sino más
bien asentarse en un radical en un crudo escepticismo, al modo estoico y
la secta del perro como se le ha llamado a La escuela Cínica de
Diógenes. Esto, como queda claro es precisamente lo contrario del
suicidio, porque, como quedará claro, el suicida no renuncia a la vida
(misma) sino a la vida –a esta- que le ha tocado vivir, buscando otra
mejor. Schopenhauer reconocerá también como vía de auto salvación de la
voluntad, como otra alternativa válida la contemplación artística. Quien
contempla algo bello lo admira pero no pretende lo observado para sí.
Suspende por un instante el deseo, la voluntad, y durante ese instante
se escapa de este mundo. Pero esta salida es para pocos, e incluso para
esos pocos dura poco tiempo. Por ello, el camino más recomendable es el
de la vida ética. El sabio sabe que, en el fondo, él y los demás son lo
mismo. Supera todo egoísmo y vive la mayor de las virtudes, la piedad.
El sabio sufre tanto su dolor como el ajeno y hace lo posible por
aliviarlo. Si se quiere lograr una perfección mayor, se puede intentar
vivir la "santidad", la negación de la voluntad de vivir. Así se logra
una perfecta indiferencia y una castidad perfecta.
Adolfo Vásquez Rocca.
Doctor
en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso;
Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía
IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de
Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del
Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología,
Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el
Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al
Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado.
Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo.
| E-mail: adolfovrocca@gmail.com
SCHOPENHAUER, Arthur, De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, 1813
SCHOPENHAUER, Arthur, El mundo como voluntad y representación, 1819 (1ª Ed.)
SCHOPENHAUER, Arthur, La voluntad en la naturaleza, 1835
SCHOPENHAUER, Arthur, Ensayo sobre el libre arbitrio, o Sobre la libertad de la voluntad humana, 1839
SCHOPENHAUER, Arthur, Los dos problemas fundamentales de la moral, 1841 (refundición de los dos anteriores)
SCHOPENHAUER, Arthur, El mundo como voluntad y representación, 1844 (2ª Ed., con los Suplementos)
Vásquez rocca, Adolfo, "Schopenhauer
y Freud: Aportes de Schopenahuer a la Psiquiatría moderna", En
Biblioteca Asociación Filosófica UI, 2007 [reeditado en 2010] http://www.uruguaypiensa.org.uy/noticia_387_1.html
SCHOPENHAUER; DEL MUNDO COMO VOLUNTAD Y REPRESENTACIÓN AL PESIMISMO METAFÍSICO Dr. Adolfo Vásquez Rocca
No hay comentarios:
Publicar un comentario