jueves, 21 de abril de 2016

SCHOPENHAUER; DEL MUNDO COMO VOLUNTAD Y REPRESENTACIÓN AL PESIMISMO METAFÍSICO Dr. ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA

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Dr. Adolfo Vásquez Rocca




Doctor en Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso UCM


SCHOPENHAUER; DEL MUNDO COMO VOLUNTAD Y REPRESENTACIÓN AL PESIMISMO METAFÍSICO
 
 
 Vásquez rocca, Adolfo, "Schopenhauer y Freud: Aportes de Schopenahuer a la Psiquiatría moderna", En Biblioteca Asociación Filosófica UI, 2007 [reeditado en 2010] http://www.uruguaypiensa.org.uy/noticia_387_1.html
 

Introducción a la idea de Libertad y Determinismo en Schopenhauer.
La voluntad ante la conciencia inmediata.
Todos nuestros actos van acompañados de la conciencia de nuestro poder sobre nosotros mismos, de nuestra casualidad personal. Gracias a este sentimiento íntimo, lo declaramos obra nuestra, y cada cual, con certeza absoluta se cree verdadero autor de sus actos y moralmente responsables de cuanto hace.

La voluntad ante la conciencia inmediata: “puedo hacer lo que quiera” (cuando no me lo impida un obstáculo físico). El testimonio de la conciencia inmediata se refiere al poder obrar conforme a la voluntad. El testimonio de la conciencia se refiere a la relación entre los actos y las voliciones. La conciencia proclama la libertad de los actos, presuponiendo la libertad de las voliciones. Pero lo que esta en duda es precisamente esa libertad de los volición. Lo que debemos es estudiar entonces es la relación entre la misma voluntad y los motivos. Y sobre este punto, la afirmación “puedo hacer lo que quiero” no proporciona ningún dato. Lo que está en duda es la libertad del querer, por lo tanto el problema deberá plantearse de este modo: ¿puedo querer (elegir) lo que quiero? Lo cual haría suponer que toda volición depende de otra volición anterior. Suponer que toda volición depende de otra volición anterior. Concedamos que se responda afirmativamente la serie de las voliciones, y consideramos a cada una de ellas como dependiente de una volición anterior, sin llegar nunca por tal camino a una volición primitiva, capaz de ser considerada exenta de toda relación y de toda dependencia. Sólo la necesidad de encontrar un punto fijo (la razón perezosa) lleva a admitir semejantes volición.

Puedo hacer lo que quiera”. Puedo, si quiero, dar a los pobres cuanto yo posea, y empobrecerme a mi mismo si quiero. Pero no esta en mi mano quererlo, porque tienen mucho imperio en mí los motivos opuestos. En cambio, si tuviera yo otro carácter y llevar la abnegación hasta la santidad, podría quererlo, pero entonces no podría dejar de hacerlo, y lo haría necesariamente.

Cada ser en el mundo obra según su esencia, en la cual están contenidas en potencia ya todas sus manifestaciones activas, y esas manifestaciones misma dan a conocer la esencia de de la cual emana. El hombre no s una excepción del resto de las acciones de un individuo guardaran siempre conformidad moral con ese carácter individual e invariable: cada cual obrará como es. El hombre realiza todas sus decisiones en conformidad con su carácter, no puede traicionarlo. Nuestro hacer esta determinado en nuestro modo de hacer, en nuestro carácter. “Porque somos como somos es por lo que la decisión tiene que hacer así necesariamente”. La responsabilidad moral no se anula, si no que se traslada del hacer al ser. Se llama malo a un hombre no porque he ejecute acciones moralmente malas, sino porque estas son tales que dejan concluir una constitución mala, un fundamento malo, presente universalmente en le sujeto. Somos responsables de lo que somos y no de sus manifestaciones particulares.

Para tranquilizar a los que por motivos religiosos se oponen a estas tesis, Schopenhauer hacen notar que si bien ellas se sustentan en razones puramente filosóficas no se contradicen la teología, (en especial la protestante en su vertiente alemana), para ello cita a Lutero. No deja de ser paradojal que las tesis de un ateo como Schopenhauer encuentren expresión en un determinismo de carácter teológico (llevado hasta sus ultimas consecuencias por Calvino). Este determinismo puede ser formulado como sigue: “No somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores”.


Influencia de Shopenhauer en Freud.


Un cuidadoso análisis de la obra central de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, muestra que muchas de las ideas más características de Freud habían sido anticipadas por Schopenhauer. Todo pensador expresa siempre algo de la cultura de su tiempo, por supuesto, pero los paralelismos que encontramos entre Freud y Schopenhauer van más allá de la mera influencia cultural. El concepto schopenhauriano de voluntad contiene los fundamentos de lo que en Freud llegarán a ser los conceptos del inconsciente y del Ello.

Los escritos de Schopenhauer sobre la locura anticipan la teoría de la represión de Freud y su primera teoría sobre la etiología de las neurosis. La obra de Schopenhauer contiene aspectos de la futura teoría de la libre asociación. Y lo que es más importante, Schopenhauer anticipa la mayor parte de la teoría freudiana de la sexualidad.

Schopenhauer, como psicólogo de la voluntad, es el padre de toda la psicología moderna. Desde él parte una línea que, a través del radicalismo psicológico de Nietzsche, va directa hasta Freud y los hombres que construyeron su psicología del inconsciente y la aplicaron a las ciencias de la mente.



Transición entre la sensibilidad romántica y la modernista.

Freud aparecerá pues como una figura de transición entre la sensibilidad romántica y la modernista y lo es, sólo porque, precisamente Schopenhauer un siglo antes había abonado el trasfondo de las teorías psicoanalíticas. No sólo la afirmación de un estrato interior –profundo de la mente– constituyo un hito, sino, y esto de un modo aun más significativo, el postular –como Schopenhauer– que la existencia humana se sustentaba alrededor de un eje irracional y dinámico (la voluntad), consideración que tampoco es ajena a poetas como Poe y Baudelaire, quienes intuían la presencia la presencia de un mal profundo inherente al hombre. No es pues extraño que en este contexto Freud propusiera que la principal fuerza impulsora de la conducta estaba situada más allá del alcance de la conciencia, y, hallándose bloqueada en gran medida en su expresión directa, se abriera paso tortuosamente hasta la superficie en los sueños, las obras de arte, las distorsiones o deslices del razonamiento y el comportamiento neurótico. Ese recurso interior era en esencia la energía del deseo, y concretamente del deseo de realización sexual. Por cierto que con Freud, como lo hemos anunciado, las pasiones oscuras –propias de la estética y el ideario romántico de los poetas malditos– adquirieron una apariencia modernista, caracterizadas con un lenguaje cuasi-biológico como “impulsos libidinales”, y allí donde los románticos descubrían la potente evidencia de los recovecos interiores, las demandas modernistas levaron a Freud a tratar de conseguir pruebas objetivas de lo inconsciente.

De este modo, Freud caía bajo el influjo de la ciencia (la física) y la cultura de su época, de los problemas que dominaban el espíritu de aquella época, como también de los modos de abordarlos, esto es de una perspectiva de análisis y de determinadas racionalidades y modelos explicativos.

En el siglo XIX, algunos temas generales eran muy frecuentes en el mundo de habla alemana, y ninguno de ellos más que el de la voluntad y la conciencia. Estos temas pueden haber alcanzado en Freud su máximo desarrollo, como algunos han sugerido, pero no tienen su comienzo en él ni tampoco en Nietzsche. Para encontrar sus orígenes y los primeros planteamientos claros debemos, como hemos anticipado, retroceder hasta Schopenhauer. En él encontramos no sólo la anticipación de algunas de las ideas más características de Freud sino también una articulación sorprendentemente completa de ellas. Es de conocimiento general, por supuesto, que Schopenhauer anticipó de algún modo a Freud. Ciertamente, el propio Freud reconocía esto, aunque con una curiosa ambivalencia. Sin embargo, las correspondencias son más extensas y detalladas de lo que se acepta corrientemente. La razón de que no se haya reparado lo suficiente en ello puede ser la falta de una exhaustiva y cuidadosa lectura de los textos de Schopenhauer para descubrirlo.

Veamos en primer lugar el concepto de voluntad en Schopenhauer. Pensado como un concepto metafísico, la “voluntad” de Schopenhauer es sorprendentemente semejante a los primeros estímulos endógenos de Freud y más tarde del Ello. Por otra parte, la doctrina de Schopenhauer contiene una clara anticipación de los procesos primarios y la sexualidad es tan central en él como en la posterior teoría del Ello de Freud.

Además, Schopenhauer también identificó un proceso que no es solamente semejante al posterior concepto freudiano de represión sino que lo expresa incluso en un lenguaje similar, e intentó seguir el rastro de una etiología de la locura. Aunque fracasó en su empeño, prefigura la primera teoría de las neurosis de Freud; Schopenhauer vio la locura como una enfermedad mental en mayor medida de lo que se acostumbraba en su época. Por último, su concepto del hilo de la memoria y su noción de asociación como método para recuperar recuerdos y sueños perdidos anticipan aspectos de posteriores ideas freudianas.

En Freud encontramos el mismo sombrío realismo schopenhaueriano que busca las raíces de la espiritualidad humana en oscuras fuerzas primitivas e instintivas.

Schopenhauer también identificó un proceso que no es solamente semejante al posterior concepto freudiano de represión sino que lo expresa incluso en un lenguaje similar, e intentó seguir el rastro de una etiología de la locura. Aunque fracasó en su empeño, prefigura la primera teoría de las neurosis de Freud; Schopenhauer vio la locura como una enfermedad mental en mayor medida de lo que se acostumbraba en su época. Por último, su concepto del hilo de la memoria y su noción de asociación como método para recuperar recuerdos y sueños perdidos anticipan aspectos de posteriores ideas freudianas.

Antes de examinar estas correspondencias, repasemos brevemente las opiniones de otros autores.

Como hemos dicho anteriormente, muchos escritores han notado muchos paralelismos entre Schopenhauer y Freud, especialmente en lo que se refiere a sus puntos de vista sobre ética y estética. Su común pesimismo es un ejemplo bien conocido. Bischler (1939), uno de los primeros estudios, es típico a este respecto: restringe sus comentarios a las semejanzas en el pesimismo de ambos y a sus posiciones éticas y estéticas. Para él, la semejanza más importante es que puede encontrarse en ambos "el mismo sombrío realismo que busca las raíces de la espiritualidad humana en oscuras fuerzas primitivas e instintivas" (1939, p. 88). Sin embargo, pasa de largo de las semejanzas entre su psicología. Excepto algunos comentarios sobre sus teorías sobre el amor, en donde se centra más en las divergencias que en las semejanzas. Hay unos pocos estudios que se refieren específicamente a las semejanzas en la psicología. Proctor-Greg (1956) es uno de los primeros. Encuentra semejanzas en su tratamiento de las enfermedades mentales, aunque de manera concisa, y señala ciertas correspondencias entre aspectos de la psicología de Schopenhauer y el modelo topográfico de Freud. Como Bischler, también indica los paralelismos en la ética y la estética.

El primer estudio significativo fue realizado por Ellenberger, en su clásica historia de la psicología dinámica de 1970. Subraya en varias ocasiones las ideas psicológicas de Schopenhauer e insta a que sea incluido "definitivamente entre los antecesores de la moderna psiquiatría dinámica" (1970, p. 205). También menciona con aprobación la interesante afirmación de Foerster de que "nadie debe ocuparse del psicoanálisis sin antes haber estudiado profundamente a Schopenhauer" (1970, p. 542). En general, ve a Schopenhauer como el primero y más importante del gran número de filósofos del inconsciente del siglo XIX, y concluye que "no cabe la menor duda de que el pensamiento de Freud es uno de ellos" (1970, p. 542). No obstante, Ellenberger intenta abarcar por completo el siglo XIX, por lo que su tratamiento de un determinado pensador es necesariamente apresurado.

El ensayo de Gupta de 1980 es también una notable contribución. Afirma que "en los escritos de Schopenhauer se encuentran muchas penetrantes ideas que más tarde fueron desarrolladas y elaboradas por Freud" (1980, p. 226). En lo que se refiere a la psicología, Gupta encuentra semejanzas entre la voluntad de Schopenhauer y el Ello de Freud (1980, pp. 226-8), y entre las ideas pioneras de Schopenhauer sobre la sexualidad y las posteriores ideas de Freud. También señala que "Schopenhauer llegó cerca de la teoría de la racionalización de Freud" (1980, p. 226), indicando que Schopenhauer anticipó la noción de represión e hizo la penetrante observación de que "ambos consideran que la represión excesiva deteriora la personalidad humana" (1980, p. 231). Además observa que ambos consideran la importancia capital de la infancia en la formación de la posterior personalidad (1980, pp. 231-2). Estas observaciones son importantes aunque no agotan el tema. Además, Gupta ofrece pocas pruebas de las afirmaciones que realiza.

Observemos que la relación con Freud ha sido realizada por muchos autores que se han ocupado de Schopenhauer. Gardiner (1963) contiene breves referencias a la descripción de Schopenhauer de la represión y a la semejanza entre la voluntad y el inconsciente freudiano, por ejemplo. También indica la relación entre la doctrina de la sexualidad de Schopenhauer y la de Freud. De modo similar, en su libro de 1989, Magee indica varias semejanzas entre Schopenhauer y Freud, observando que "muchas de las ideas que constituyen el núcleo del pensamiento de Freud están completa y claramente en Schopenhauer" (1989, p. 283). También expresa la opinión de que era imposible que Freud fuera tan independiente de la influencia de Schopenhauer como afirmaba, cuestión que examinaremos más adelante.

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Por último, Thomas Mann hizo alguna vez algunas profundas observaciones sobre el tema. Desde su punto de vista, Schopenhauer, como psicólogo de la voluntad, es el padre de toda la psicología moderna. Desde él parte una línea que, a través del radicalismo psicológico de Nietzsche, va directa hasta Freud y los hombres que construyeron su psicología del inconsciente y la aplicaron a las ciencias de la mente [1968, 408]. Mann observa muchos puntos de coincidencia entre Schopenhauer y Freud, desde semejanzas en sus perspectivas psicológicas generales hasta semejanzas entre la voluntad y el intelecto de Schopenhauer y el Yo y el Ello de Freud. Mann hizo estos comentarios, muy interesantes, en un discurso sobre el ochenta aniversario de Freud.

Uno de los propósitos de este trabajo es aportar algún fundamento a este tipo de afirmaciones que hemos esquematizado. Volvamos ahora a la noción de voluntad de Schopenhauer. Como vemos, su psicología se desarrolla directamente a partir de esta noción, especialmente sus doctrinas de que la sexualidad penetra toda la motivación humana y que el intelecto es secundario respecto a la voluntad. Para Schopenhauer la voluntad es fundamental. Ella subyace y anima a todos los fenómenos (todo lo que se puede observar o lo que llamamos el mundo objetivo). De acuerdo con Schopenhauer, podemos saber algo de la voluntad a partir de la conciencia de nuestra propia volición; la volición individual es simplemente una manifestación limitada de la misma voluntad que se manifiesta en todo el mundo objetivo. Desde el punto de vista de Schopenhauer la voluntad está en lucha continua y todas sus múltiples manifestaciones en este mundo están eternamente compitiendo por alcanzar alguna satisfacción, éste es el fundamento de su pesimismo. Dejando a un lado las funciones metafísicas que le asigna Schopenhauer, examinemos lo que vio en sus manifestaciones en la voluntad de los seres humanos individuales.

Schopenhauer piensa que la voluntad misma es inconsciente, pero que se manifiesta en el deseo sexual y en el "amor a la vida" de los seres humanos. Ambos son manifestaciones de una voluntad de vivir subyacente. Freud toma prestada esta imagen de dos instintos enraizados en una única voluntad de vivir y la mantiene sin cambios hasta 1923 por lo menos. Para ambos, la sexualidad es la más fuerte de los dos, "la más perfecta manifestación de la voluntad de vivir" (1844, 2, pág. 514). (1) Ciertamente, Schopenhauer llegó tan lejos como para afirmar que el ser humano es impulso sexual concreto por cuanto su origen es un acto de copulación y este impulso por sí solo perpetúa y mantiene por completo su existencia fenoménica [1844, 2, 514].

Y también: "El instinto sexual es el más vehemente de todos los anhelos, el deseo de los deseos, la concentración de toda nuestra voluntad" (1844, 2, p. 514). Como muchas de sus ideas, las opiniones de Schopenhauer sobre el poder del deseo sexual están expresadas en un lenguaje metafísico. De hecho, muestra sus afirmaciones sobre la sexualidad como simples inferencias del constructo metafísico de la voluntad. Cuando la voluntad se manifiesta por sí misma en la forma de una criatura viva, tiende a perpetuarse a sí misma de acuerdo al método de reproducción de la criatura. Así, la sexualidad es fundamental para la voluntad de perpetuarse a sí mismo. Es "la más completa manifestación de la voluntad de vivir, su carácter más claramente expresado" (1844, 2, p. 514). Para Schopenhauer, la sexualidad es "la más decidida y poderosa afirmación de la vida por el hecho de que para el hombre en su estado natural, como para el animal, es la finalidad de su vida y su meta más elevada" (1819, 1, p. 329). Debido a que la conducta sexual es la más poderosa afirmación de la vida y la más completa manifestación de la voluntad de vivir, Schopenhauer se refiere a los genitales como "el núcleo central de la voluntad" (1844, 2, p. 514), esto es, la más clara manifestación física de lo que la voluntad quiere alcanzar en el mundo físico. La conducta sexual "fluye desde las profundidades de nuestra naturaleza" (1844, 2, p. 511).

Estas doctrinas anticipan de modo contundente las ideas de Freud sobre la sexualidad. Como la teoría de Freud, destacan la importancia y la universalidad de la conducta sexual; para Schopenhauer, la sexualidad es la más poderosa parte de prácticamente la totalidad de la motivación humana, y sus ilustraciones de las manifestaciones de esta conducta parecen un resumen de la teoría de Freud. Schopenhauer incluso amplió antes que Freud el dominio de la sexualidad más allá de la procreación e incluso más allá del orgasmo y el placer genital. Ambos llegaron a usar el término para describir prácticamente la totalidad del placer adquirido de cualquier manera, aunque creemos que Freud llegó mucho más lejos que Schopenhauer.

Schopenhauer encontró manifestaciones del impulso sexual allí donde nunca se había pensado que existiera. Veamos este notable pasaje:

Todo esto corresponde al importante papel que juega la relación sexual en el mundo humano, donde es realmente el centro invisible de toda acción y conducta, y se puede atisbar por todas partes a pesar de los velos que lo cubren. Es la causa de la guerra y la meta y objeto de la paz, el fundamento de lo serio y la finalidad de lo jocoso, la fuente inagotable del ingenio, la clave de todas las alusiones y el significado de todas las insinuaciones misteriosas, de todas las proposiciones tácitas y todas las miradas robadas; es la meditación diaria del joven y a menudo también del anciano, el pensamiento permanente del impúdico e incluso a menudo aparece en la imaginación del casto contra su voluntad, el material siempre disponible de la broma precisamente porque lo profundamente serio está situado en su raíz .
 
Este pasaje no es el único. Veamos este otro:

Próximo al amor a la vida, [el amor sexual] se muestra a sí mismo... como el más poderoso y activo de todos los motivos e incesantemente reclama la mitad de los poderes y pensamientos de la parte más joven de la humanidad. Es la meta final de casi todo esfuerzo humano; tiene una desfavorable influencia sobre los asuntos más importantes, interrumpe continuamente las ocupaciones más serias y a veces deja perplejas por un tiempo incluso a las grandes mentes. Parece no dudar en introducirse con su morralla e interferir en las negociaciones de los hombres de Estado y las investigaciones de los eruditos. Sabe como deslizar sus cartas de amor y sus rizos incluso en los portafolios ministeriales y los manuscritos filosóficos [1844, 2, 533].

De este modo, Schopenhauer sigue el rastro de las ubicuas manifestaciones del instinto sexual. Incluso el amor más sublime es esencialmente sexual: "incluso en el caso de enamoramiento objetivo y por muy sublime que la admiración pueda parecer, a lo único que tiende es a la generación de un individuo..." (1844, 2, p. 535).
De modo parecido:
toda naturaleza amorosa está enraizada sólo en el impulso sexual, es de hecho tan solo más determinada y especializada y, por supuesto, en sentido estricto, impulso sexual individualizado, no importa lo etéreamente que se muestre a sí misma [1844, 2, 533]

Estos pasajes están tan en la línea del psicoanálisis que es difícil creer que su autor hubiera muerto ya en la época en que Freud comenzaba a ir al colegio. Ciertamente, sin el respaldo clínico y teórico que Freud aportó varias décadas más tarde, habrían parecido increíbles a la mayor parte de los lectores.

Como hemos dicho, Schopenhauer, como más tarde Freud, amplió el término 'sexualidad' y otros análogos a un conjunto de fenómenos mucho más amplio que los habituales en el discurso ordinario. Ampliaron drásticamente las motivaciones y las actividades 'sexuales' hacia motivaciones y actividades en las que no se encontraba corrientemente nada sexual. Schopenhauer al menos mantuvo alguna conexión con lo orgásmico y lo genital (la sexualidad en sentido ordinario). Si la voluntad es el fundamento de todas las cosas, incluye a todos los instintos y por consiguiente es mucho más amplia que la sexualidad normal, sus manifestaciones son sexuales al menos en sentido ordinario. Freud llegó mucho más lejos ya que no sólo amplió el ámbito de lo sexual sino que amplió el propio concepto, declarando como sexuales a muchas cosas que no tenían en absoluto ninguna conexión obvia con lo orgásmico o el placer genital. Como él mismo admite: "al psicoanálisis se le reprocha frecuentemente por haber extendido el concepto de lo sexual más allá del uso común. El hecho es incontestable..." (1910b, p. 222).

De hecho, la ampliación hecha por Freud del concepto de sexualidad es mucho más complicada que en Schopenhauer. Cierto número de ideas procedentes de distintas fuentes contienden en el uso freudiano del término 'sexualidad'. Como resultado, utilizó el término 'sexualidad' al menos de tres formas diferentes e incompatibles. Algunas veces por 'sexualidad' se refiere como la noción ordinaria al placer genital y al orgasmo, a las actividades relacionadas con el placer genital y sus desviaciones. Este es el uso más restringido y es el que emplea cuando habla, por ejemplo, de la pérdida de interés sexual que la castración causa al "aniquilar los caracteres sexuales" por completo (1920, p. 214). Sin embargo, también usó el término de forma ampliada de dos modos diferentes. En uno de ellos, consideró a todos los placeres sensuales como sexuales por su conexión con el placer genital y/o orgásmico (1916-1917, pp. 323-5), incluso el "corriente afecto" de la ternura (1925a, p. 38), en la que ve un residuo del placer sexual infantil (1905, p. 200)). Aquí separa explícitamente lo sexual de lo genital, o lo desconecta en gran medida (1905, p. 180; ver 1913, p. 323; 1925a, p. 38). En este sentido de 'sexual', hay muchos placeres sexuales que la castración no puede eliminar, así que resulta desconcertante cómo puede Freud considerarlo todo en conjunto. En el uso más amplio de los tres, el término 'sexual' se refiere a lo que Platón llama Eros: todas las fuerzas que impulsan la vida, crean estructura y componen el material físico.

Estas concepciones rivales aparecen confrontadas en el último párrafo del famoso Prefacio de 1920 a la cuarta edición de Tres
Ensayos de Teoría Sexual (1905). Aquí, Freud también pone en relación su punto de vista con el de Schopenhauer:
...parte del contenido de este libro -su insistencia en la importancia de la sexualidad en todas las realizaciones humanas y el intento de ampliar el concepto de sexualidad- se refiere a lo que constituye el primer y más enérgico motivo de la resistencia contra el psicoanálisis... Podríamos asombrarnos de ello [...] Porque hace algún tiempo que Arthur Schopenhauer... mostró a la humanidad la magnitud en que sus actividades estaban determinadas por los impulsos sexuales -en el sentido ordinario de la palabra. [...] Y por lo que respecta al 'ensanchamiento' del concepto de sexualidad..., cualquiera que contemple con desprecio el psicoanálisis desde una posición de superioridad debería recordar cuán estrechamente coincide la ampliación de la sexualidad en el psicoanálisis con el Eros del divino Platón [1905, p. 134; 'divino Platón' era el modo cómo se refería también Schopenhauer a Platón

Sorprendentemente ningún concepto de sexualidad ampliada de este modo se encuentra en ninguna parte de los Tres Ensayos. Mucho más se podría decir sobre la concepción o las concepciones de la sexualidad en Freud, por supuesto, pero incluso nuestro precipitado examen es suficiente para mostrar que Schopenhauer anticipa las ideas de Freud sobre el tema de un modo interesante. La aseveración de Schopenhauer sobre la ubicuidad de la sexualidad en los asuntos humanos es particularmente elocuente.

Sobre cómo la gente hace frente a la fuerza impetuosa del deseo sexual, Schopenhauer anticipa nuevamente a Freud. Su explicación de cuan lejos llegan los seres humanos al negar el poder de la sexualidad es tan sarcástica como la de Freud.
 
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Correspondencias entre aspectos de la psicología de Schopenhauer y el modelo topográfico de Freud.


Ellenberger, en su clásica historia de la psicología dinámica de 1970. Subraya en varias ocasiones las ideas psicológicas de Schopenhauer e insta a que sea incluido "definitivamente entre los antecesores de la moderna psiquiatría dinámica". También menciona con aprobación la interesante afirmación de Foerster de que "nadie debe ocuparse del psicoanálisis sin antes haber estudiado profundamente a Schopenhauer”. En general, ve a Schopenhauer como el primero y más importante del gran número de filósofos del inconsciente del siglo XIX, y concluye que "no cabe la menor duda de que el pensamiento de Freud es uno de ellos".
 







 


Son innegables las semejanzas entre la voluntad de Schopenhauer y el Ello de Freud, así como entre las ideas pioneras de Schopenhauer sobre la sexualidad y las posteriores ideas de Freud. Schopenhauer anticipó la teoría de la racionalización de Freud. Además uno y otro consideran la importancia capital de la infancia en la formación de la posterior personalidad.

Volvamos ahora a la noción de voluntad de Schopenhauer. Como vemos, su psicología se desarrolla directamente a partir de esta noción, especialmente sus doctrinas de que la sexualidad penetra toda la motivación humana y que el intelecto es secundario respecto a la voluntad.

El artífice principal de la voluntad como principio y fundamento último de la realidad en la filosofía moderna, llevándolo a su máxima radicalidad, ha sido Schopenhauer, hasta tal punto, que a partir de él se ha producido una verdadera inversión en la filosofía occidental. Así lo ha visto Ruiz-Werner: “Un componente de particular influencia en la filosofía de Schopenhauer es su insistencia sobre el primado de la voluntad en oposición a la razón. Aquí hay un viraje radical en relación con la tendencia predominante en la cultura occidental, que desde los griegos había tenido un marcado matiz intelectualista. A lo largo de la historia hubo sin duda intentos de recalcar el factor de la voluntad a expensas del conocimiento, pero hasta Schopenhauer no se había afirmado de manera clara y taxativa la supremacía absoluta de la voluntad en el plano metafísico”. Schopenhauer fue consciente de las consecuencias que su planteamiento produjo en el pensamiento de la filosofía occidental, al afirmar con su habitual presunción: “Yo soy el primero que he reivindicado para la voluntad la primacía que le pertenece, transformando así todo el dominio de la filosofía”.

Para Schopenhauer la voluntad es fundamental. Ella subyace y anima a todos los fenómenos (todo lo que se puede observar o lo que llamamos el mundo objetivo). De acuerdo con Schopenhauer, podemos saber algo de la voluntad a partir de la conciencia de nuestra propia volición; la volición individual es simplemente una manifestación limitada de la misma voluntad que se manifiesta en todo el mundo objetivo. Desde el punto de vista de Schopenhauer la voluntad está en lucha continua y todas sus múltiples manifestaciones en este mundo están eternamente compitiendo por alcanzar alguna satisfacción, éste es el fundamento de su pesimismo. Dejando a un lado las funciones metafísicas que le asigna Schopenhauer, examinemos lo que vio en sus manifestaciones en la voluntad de los seres humanos individuales.

Schopenhauer piensa que la voluntad misma es inconsciente, pero que se manifiesta en el deseo sexual y en el "amor a la vida" de los seres humanos. Ambos son manifestaciones de una voluntad de vivir subyacente. Freud toma prestada esta imagen de dos instintos enraizados en una única voluntad de vivir y la mantiene sin cambios hasta 1923 por lo menos. Para ambos, la sexualidad es la más fuerte de los dos, la más perfecta manifestación de la voluntad de vivir. Ciertamente, Schopenhauer llegó tan lejos como para afirmar que el ser humano es impulso sexual concreto por cuanto su origen es un acto de copulación y este impulso por sí solo perpetúa y mantiene por completo su existencia fenoménica.

Y también: "El instinto sexual es el más vehemente de todos los anhelos, el deseo de los deseos, la concentración de toda nuestra voluntad" (1844, 2, p. 514). Como muchas de sus ideas, las opiniones de Schopenhauer sobre el poder del deseo sexual están expresadas en un lenguaje metafísico. De hecho, muestra sus afirmaciones sobre la sexualidad como simples inferencias del constructo metafísico de la voluntad. Cuando la voluntad se manifiesta por sí misma en la forma de una criatura viva, tiende a perpetuarse a sí misma de acuerdo al método de reproducción de la criatura. Así, la sexualidad es fundamental para la voluntad de perpetuarse a sí mismo. Es "la más completa manifestación de la voluntad de vivir, su carácter más claramente expresado" (1844, 2, p. 514). Para Schopenhauer, la sexualidad es "la más decidida y poderosa afirmación de la vida por el hecho de que para el hombre en su estado natural, como para el animal, es la finalidad de su vida y su meta más elevada" (1819, 1, p. 329). Debido a que la conducta sexual es la más poderosa afirmación de la vida y la más completa manifestación de la voluntad de vivir, Schopenhauer se refiere a los genitales como "el núcleo central de la voluntad" (1844, 2, p. 514), esto es, la más clara manifestación física de lo que la voluntad quiere alcanzar en el mundo físico. La conducta sexual "fluye desde las profundidades de nuestra naturaleza" (1844, 2, p. 511).

Estas doctrinas anticipan de modo contundente las ideas de Freud sobre la sexualidad. Como la teoría de Freud, destacan la importancia y la universalidad de la conducta sexual; para Schopenhauer, la sexualidad es la más poderosa parte de prácticamente la totalidad de la motivación humana, y sus ilustraciones de las manifestaciones de esta conducta parecen un resumen de la teoría de Freud. Schopenhauer incluso amplió antes que Freud el dominio de la sexualidad más allá de la procreación e incluso más allá del orgasmo y el placer genital. Ambos llegaron a usar el término para describir prácticamente la totalidad del placer adquirido de cualquier manera, aunque creemos que Freud llegó mucho más lejos que Schopenhauer.
 
 
 
Apendice

El opúsculo de la libertad y el imperio de los motivos.


Con Schopenhauer se destruye el dogma, según el cual la razón constituía la más profunda esencia humana. Mientras que antes se consideraba como el último fundamento del hombre aquella energía que encontraba su más adecuada expresión en el pensamiento y su lógica, Schopenhauer arranca este fundamento esencial a la razón y por un giro atrevido la transforma en un accidente, en un medio o una consecuencia del querer que demanda para sí aquel puesto.

Si el hombre es un ser de razón siente los valores y los fines, y porque los siente como tales, los quiere; el fin dado y valorado determina la apetencia; esta es la concepción corriente. En cambio, para Schopenhauer el fin que estimamos y tras del cual vamos impulsados surge de la voluntad considerada como hecho originario. No queremos porque nuestra razón estatuya fines y valores, sino que, porque queremos, tenemos fines; porque queremos continuamente, desde lo más hondo de nuestro ser. Los fines no son otra cosa que la expresión o la organización lógica de los procesos de la voluntad. Así, la racionalidad de nuestra existencia pierde el último apoyo que tenía en el concepto de fin, mientras que el querer era el camino hacia los puntos previamente designados –en principio– por la razón. Mas ahora el intelecto no es más que la iluminación del proceso de la voluntad, que fluye de sí mismo, y al que la conciencia configura según las categorías que del entendimiento, y los distintos fines individuales no son más que puntos de luz esparcidos sobre aquel proceso.

Una de las características fundamentales de la voluntad es su absoluta independencia e irracionalidad. Nos podríamos preguntar si Schopenhauer fue consciente -y con él cualquier pensador que sostenga la irracionalidad y ceguera del fundamento como atributo esencial-, de las graves contradicciones a las que conduce la aceptación especulativa de tal supuesto. Schopenhauer fue tan explícito y taxativo en su inversión epistemológica, que produce cierta zozobra comprobar con que entusiasmo acogió lo que para él constituía un auténtico descubrimiento, pensando que con ello, se desvanecía el principio de razón cognoscitiva, como el estatuto más propio de las anteriores filosofías racionalistas: “Todo se reconoce como voluntad, como algo que siendo en sí no obedece al principio de razón, que es independiente de todo y del que todo depende” . Un principio cognoscitivo, que Schopenhauer considera que ha impedido hacerse cargo del verdadero fundamento de la realidad: “El error de Descartes y de todos los filósofos que han existido ha sido el de colocar la base fundamental de nuestro ser en el conocimiento en vez de en la voluntad, es decir, de hacer de ésta lo secundario y de aquél lo primario”.

El imperio de los motivos

La inclinación supone la impresionabilidad mas intensa de la voluntad con respecto a cierta índole de motivos. La pasión es una inclinación tan fuerte que / los motivos opuestos a los suyos no pueden competir con ellos, los cuales ejercen un dominio absoluto sobre la voluntad, de suerte que esta se conduce pasivamente frente a tales motivos padeciéndolos.

El afecto constituye una emoción tan poderosa por parte de la voluntad que, mientas persiste su duración (un lapso de tiempo que no puede ser muy largo), obstruye y paraliza el empleo de las potencias cognitivas, condensa el conocimiento, neutraliza en cierta medida la libertad intelectual y la voluntad actúa por lo tanto desenfrenadamente. Los afectos no son en definitiva sino las erupciones de una pasión.-por todo ello resulta obvio que el afecto \ nace ciertamente de la voluntad y no tiene a lugar sino merced a una intensa excitación de la misma, si bien tampoco queda enclavada en ella por entero y emplaza su sede muy cerca del intelecto, desde donde opera nuevamente sobre la voluntad, ejerciendo ahora un influjo mediato y externo en tanto que no consiste, sino en una supresión momentánea de las facultades cognitivas, máxime cuando una representación actual alcance, por mor de su inmediatez y viveza, una magnitud tal como para que todas las demás queden eclipsadas por ella. De ahí que un acto apetecido en medio del afecto no sea del todo imputable a la voluntad ni considerado enteramente como nuestro; el asesinato cometido en un arrebato de cólera no es castigado en Inglaterra, al ser considerado algo involuntario dicho actos vienen a suponer un signo distintivos del carácter empírico, mas no lo son necesaria e inmediatamente del inteligible.- en cambio la pasión sí está completamente incardinada en la voluntad. La pasión se muestra persistente y sus motivos dominan siempre a la voluntad, tanto cuando son meditados como si se presentan de repente. Sus actos, pues, son atribuible a la voluntad y suponen síntomas del carácter inteligibles.

El afecto constituye una emoción tan poderosa por parte de la voluntad que, mientas persiste su duración (un lapso de tiempo que no puede ser muy largo), obstruye y paraliza el empleo de las potencias cognitivas, condensa el conocimiento, neutraliza en cierta medida la libertad intelectual y la voluntad actúa por lo tanto desenfrenadamente. Los afectos no son en definitiva sino las erupciones de una pasión.-por todo ello resulta obvio que el afecto \ nace ciertamente de la voluntad y no tiene a lugar sino merced a una intensa excitación de la misma, si bien tampoco queda enclavada en ella por entero y emplaza su sede muy cerca del intelecto, desde donde opera nuevamente sobre la voluntad, ejerciendo ahora un influjo mediato y externo en tanto que no consiste, sino en una supresión momentánea de las facultades cognitivas, máxime cuando una representación actual alcance, por mor de su inmediatez y viveza, una magnitud tal como para que todas las demás queden eclipsadas por ella. De ahí que un acto apetecido en medio del afecto no sea del todo imputable a la voluntad ni considerado enteramente como nuestro; el asesinato cometido en un arrebato de cólera no es castigado en Inglaterra, al ser considerado algo involuntario dicho actos vienen a suponer un signo distintivos del carácter empírico, mas no lo son necesaria e inmediatamente del inteligible.- en cambio la pasión sí está completamente incardinada en la voluntad. La pasión se muestra persistente y sus motivos dominan siempre a la voluntad, tanto cuando son meditados como si se presentan de repente. Sus actos, pues, son atribuible a la voluntad y suponen síntomas del carácter inteligibles.

La voluntad es lo primero y originario; el conocimiento hace mero acto de presencia y pertenece a la manifestación de la voluntad. Todo hombre es cuanto es merced a su voluntad, posee originariamente su voluntad y su carácter, y el querer constituye la base de su esencia; el conocimiento se añade a ello y solo sirve para mostrarle lo que ya es. Se conoce a consecuencia de y en conformidad con su voluntad. Para todos los demás pensadores, el hombre quiere a consecuencia de y en conformidad con su conocimiento; le bastaría con reflexionar sobre como le gustaría ser; para hacerlo. Tal seria su libertad: \ el hombre seria su propia obra bajo la luz del conocimiento. Por el contrario, yo mantengo que ya es su propia obra antes de todo conocimiento y que el conocimiento solo viene a iluminar esto; por eso no puede decidir ser de tal o cual manera, pues no pues no puede ser de otro modo, sino que lo es de una vez para siempre y luego va conociendo cuanto es. Según ellos, quiere lo que conoce; en mi opinión conoce lo que quiere.

El mundo como voluntad

La esencia del mundo es voluntad. El mundo contemplado desde dentro de sí mismo y nuestra vida es voluntad. La voluntad es lo íntimo del ser, el núcleo de cada individuo e igualmente de todo. Se manifiesta en toda fuerza ciega natural y también en la conducta del hombre.

La voluntad obra de manera absolutamente libre, sin motivación, y es por tanto, irracional y ciega. Schopenhauer la identifica con las fuerzas que actúan en la Naturaleza, fuerzas que adoptan aspectos y nombres diversos (gravedad, magnetismo, electricidad, estímulo, motivo) en sus manifestaciones fenoménicas, pero que en sí son una única e idéntica fuerza: La voluntad de vivir.

La vida como dolor.

El pesimismo metafísico de Schopenhauer se expresa en su concepción de una voluntad torturada.

La voluntad es esfuerzo infinito, un impulso ilimitado, por ello no puede alcanzar nunca la satisfacción o un estado de tranquilidad. Su esfuerzo es continuo pero nunca alcanza. Lo que llamamos felicidad o goce no es más que el cese temporal del deseo. El deseo, como expresión de la necesidad y del sentimiento de privación, es una forma de dolor. Por ello la felicidad es la ‘liberación del dolor, la superación de la necesidad’; es real y esencialmente negativa, y en ningún caso positiva. No tarda en transformarse en aburrimiento y, entonces, el deseo de satisfacción resurge de modo natural.

La vida es voluntad, la voluntad esfuerzo, el esfuerzo es producto de la necesidad y produce la satisfacción, pero la satisfacción es breve, renacen los deseos y de este modo se perpetúa hasta lo infinito la cadena del mal. La vida es un eterno oscilar entre el deseo y el hastío.

El pesimismo metafísico

El dolor es positivo y la felicidad negativa: He aquí expresado en lo que consiste el pesimismo de Schopenhauer. Este pesimismo es resultado de la respuesta que da a la cuestión que la filosofía idealista, según él, había dejado pendiente: La voluntad es la sustancia de todo cuanto existe. En efecto, en su teoría del conocimiento Locke había expuesto que lo que conocemos nos lo hacen conocer los sentidos pero, a pesar de su empirismo, Locke se ve obligado a conceder que más allá de lo que los sentidos perciben hay un algo sobre lo que nada podemos decir, pero que se puede asegurar que existe. A este algo imperceptible Kant va a llamarlo la cosa en sí. Lo que sea esto en sí no lo podemos percibir, sólo intuir que existe. Schopenhauer entra ahora en acción y sostiene que la cosa en sí es la voluntad de vivir. Nos advierte que su descubrimiento es el paso decisivo que había que dar. Esta voluntad de vivir, sustancia del mundo, se objetiva en cada ser que lo puebla. Es una objetivación que tiene diversos grados de evolución, alcanzando en el hombre el más elevado. Es un impulso ciego e irracional de querer vivir, un deseo perpetuo de querer más y más, siempre sin percibir un límite ni marcarse un fin.


Frente a esto Schopenhauer se ve obligado a proponer una solución ética que permita salvar la voluntad, alcanzar el fin de su desasosiego, y esto lo encuentra, cosa singular para un filósofo occidental, en el hinduismo y la filosofía oriental –a través del concepto de Nirvana (supresión de la voluntad, llegar a su punto cero, el cese temporal del deseo), de modo que su propuesta, en rigor no es huir del mundo, como los ascéticos sino más bien asentarse en un radical en un crudo escepticismo, al modo estoico y la secta del perro como se le ha llamado a La escuela Cínica de Diógenes. Esto, como queda claro es precisamente lo contrario del suicidio, porque, como quedará claro, el suicida no renuncia a la vida (misma) sino a la vida –a esta- que le ha tocado vivir, buscando otra mejor. Schopenhauer reconocerá también como vía de auto salvación de la voluntad, como otra alternativa válida la contemplación artística. Quien contempla algo bello lo admira pero no pretende lo observado para sí. Suspende por un instante el deseo, la voluntad, y durante ese instante se escapa de este mundo. Pero esta salida es para pocos, e incluso para esos pocos dura poco tiempo. Por ello, el camino más recomendable es el de la vida ética. El sabio sabe que, en el fondo, él y los demás son lo mismo. Supera todo egoísmo y vive la mayor de las virtudes, la piedad. El sabio sufre tanto su dolor como el ajeno y hace lo posible por aliviarlo. Si se quiere lograr una perfección mayor, se puede intentar vivir la "santidad", la negación de la voluntad de vivir. Así se logra una perfecta indiferencia y una castidad perfecta.
Adolfo Vásquez Rocca.




Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de PsikebaRevista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner CulturalRevista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo.

BIBLIOGRAFÍA
SCHOPENHAUER, Arthur, De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, 1813
SCHOPENHAUER, Arthur, El mundo como voluntad y representación, 1819 (1ª Ed.)
SCHOPENHAUER, Arthur, La voluntad en la naturaleza, 1835
SCHOPENHAUER, Arthur, Ensayo sobre el libre arbitrio, o Sobre la libertad de la voluntad humana, 1839
SCHOPENHAUER, Arthur, Los dos problemas fundamentales de la moral, 1841 (refundición de los dos anteriores)
SCHOPENHAUER, Arthur, El mundo como voluntad y representación, 1844 (2ª Ed., con los Suplementos)
SCHOPENHAUER; DEL MUNDO COMO VOLUNTAD Y REPRESENTACIÓN AL PESIMISMO METAFÍSICO Dr. Adolfo Vásquez Rocca 

Vásquez rocca, Adolfo, "Schopenhauer y Freud: Aportes de Schopenahuer a la Psiquiatría moderna", En Biblioteca Asociación Filosófica UI, 2007 [reeditado en 2010] http://www.uruguaypiensa.org.uy/noticia_387_1.html

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