Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid.
A la hora de esbozar unas notas para el dibujo de aquello que entendemos por cultura cabe realizar una suerte de historia cultural de la especie junto a una historia espiritual de la criatura, relatos que se fundamentan en la tesis según la cual el hombre es un efecto de influjos y adiestramientos. Para ellos revisaremos los debates en torno a los influjos inhibitorios y los desinhibitorios, los que de acuerdo a los planteamientos de Peter Sloterdijk en “Normas para el Parque Humano” se corresponden con la Barbarie y el Humanismo respectivamente
1.- Crisis del Humanismo en tiempos de Globalización.
Cultura es el mundo propio del hombre, el que él mismo ha cultivado, en oposición al mundo natural, que existiría igualmente aun sin él. La cultura se produce. Existe un conjunto de actividades a las que podemos denominar “producción cultural”; trátese de teorías científicas, desarrollos tecnológicos, bienales de arte, exposiciones universales, juegos olímpicos, etc.
Así en el entramado de lo que llamamos cultura se puede encontrar una multiplicidad de escenificaciones en las que intervienen los actores por excelencia de la historia: los hombres. Todo en escenarios tan dispares como hordas, polis, estaciones orbitales, bases antárticas, comunidades científicas, claustros académicos y organizaciones mafiosas (estas últimas por lo general se confunden); en estados anímicos tan disímiles como el éxtasis, el letargo, el asombro, la revolución, el pánico o la abulia.
Cabe pues -a la hora de esbozar unas notas para el dibujo de aquello que entendemos por cultura- realizar una suerte de historia cultural de la especie junto a una historia espiritual de la criatura, relatos que se fundamentan en la tesis según la cual el hombre es un efecto de influjos y adiestramientos. Para ellos revisaremos los debates en torno a los influjos inhibitorios y los desinhibitorios, los que de acuerdo a los planteamientos de Peter Sloterdijk en Normas para el Parque Humano[2] se corresponden con la Barbarie y el Humanismo respectivamente, siendo el Fascismo una mezcla paradójica de ambas tendencias.
2.- Normas para el parque humano, naturaleza y alcances del la crisis del humanismo.
Así pues a partir del análisis que realiza Sloterdijk, en su conferencia Normas para el parque humano, acerca de la naturaleza y los alcances del fenómeno humanista, es posible establecer que el Humanismo se constituye sobre la base del reconocimiento de sí mismo como antagonista de la Barbarie. Su origen y su desarrollo están profundamente marcados por este deseo de generar un límite inexpugnable entre la cultura humanista y el salvajismo, o dicho de otro modo, entre el hombre propiamente humano y el hombre salvaje.
El origen del humanismo se debe en último término a la disposición de los romanos a leer los escritos de los maestros griegos como si fueran cartas dirigidas a amigos en la distancia. Se podría entonces retrotraer el fantasma comunitario que subyace de todo humanismo al modelo de la amigable sociedad literaria, de esta forma, el mundo humanizado parece surgir de la secta de alfabetizados, que como muchas otras sectas dan a luz un proyecto expansionista y universalista, organizado a través de lecturas asociadas en cada caso a un espacio e ideario nacional. Las naciones modernas son así poderosas ficciones de públicos letrados, convertidos a partir de los mismos escritos en armónicas alianzas de amistad.
Si nuestra época acusa una decadencia y crisis del humanismo en irremisible declive, se debe a que la época del humanismo nacional-burgués llego a su fin, y esto porque el arte de inscribir cartas de amor a una nación de amigos, aun cuando adquirió un carácter profesional, no fue ya suficiente para anudar el vínculo telecomunicativo -acción a distancia, telepatía- entre los habitantes de la moderna sociedad de masas. Por el establecimiento mediático de la cultura de masas en el primer mundo en 1918 con la radio, y tras 1945 con la televisión y aun más por medio de las revoluciones de redes actuales, las coexistencias de las personas en las sociedades contemporáneas se ha a vuelto establecer sobre nuevas bases.
Los nuevos medios de la telecomunicación político cultural, que tomaron la delantera en el intervalo, son los que acorralaron al esquema de la amistad escrituraria y lo llevaron a sus modestas dimensiones actuales, lo que nos ha llevado a la pregunta sobre el futuro del humanismo y sus medios.
3.- El credo del humanismo: La lectura correcta doméstica.
“Es fácil de entender que precisamente aquellas épocas que han hecho sus principales experiencias a partir de un potencial de barbarie liberado excesivamente en las relaciones interhumanas, sean asimismo aquellas en las que el llamado al Humanismo suele sonar más alto y perentorio. Quien hoy se pregunta por el futuro del humanitarismo y de los medios de humanización, quiere saber en el fondo si quedan esperanzas de dominar las tendencias actuales que apuntan a la caída en el salvajismo [Verwilderung] del hombre”.[3]
El hombre que ingresa en la esfera cultural del Humanismo tradicional, se resguarda, a través de un campo de fuerza racional, frente a los peligros que implica su naturaleza animal e instintiva. De este modo, el humanismo intenta aplacar el componente agresivo e irracional del hombre, sometiéndolo al influjo de lo que se conocerá como educación, entendida ésta, como cultura letrada.
“El fenómeno humanista gana atención hoy sobre todo porque recuerda –aun de modo velado y confuso– que en la alta cultura, los seres humanos son cautivados constantemente y al mismo tiempo por dos fuerzas formativas, que por afán simplificador llamaremos aquí influjos inhibitorio y desinhibitorio. El convencimiento de que los seres humanos son «animales bajo influjo» pertenece al credo del humanismo, así como el de que consecuentemente es imprescindible llegar a descubrir el modo correcto de influir sobre ellos. La etiqueta Humanismo recuerda –con falsa inocencia– la perpetua batalla en torno al hombre, que se ratifica como una lucha entre las tendencias bestializantes y las domesticadoras”[4].
Sloterdijk propone así que la dicotomía entre Humanismo y Barbarie supone de antemano una idea que justifica la diferencia entre uno y otro, la cual forma parte fundamental del programa humanista: tanto el carácter como la conducta del hombre son afectados por la acción de distintos tipos de influjos o tendencias: las bestializantes y las domesticadoras .
Aquí cabe notar el hecho inquietante de que el salvajismo, hoy como siempre, suele aparecer precisamente en los momentos de mayor despliegue de poder, ya sea como tosquedad directamente guerrera, o como bestialización cotidiana de los seres humanos en los medios de entretenimiento desinhibitorio. De ambos tipos, los romanos suministraron modelos que perdurarían en la Europa posterior: del uno con su omnipresente militarismo, del otro por medio de su premonitoria industria del entretenimiento basada en el juego sangriento. El tema latente del humanismo es entonces el rescate del ser humano del salvajismo, y su tesis latente dice: La lectura correcta domestica.
Cultura es el mundo propio del hombre, el que él mismo ha cultivado, en oposición al mundo natural, que existiría igualmente aun sin él. La cultura se produce. Existe un conjunto de actividades a las que podemos denominar “producción cultural”; trátese de teorías científicas, desarrollos tecnológicos, bienales de arte, exposiciones universales, juegos olímpicos, etc.
Así en el entramado de lo que llamamos cultura se puede encontrar una multiplicidad de escenificaciones en las que intervienen los actores por excelencia de la historia: los hombres. Todo en escenarios tan dispares como hordas, polis, estaciones orbitales, bases antárticas, comunidades científicas, claustros académicos y organizaciones mafiosas (estas últimas por lo general se confunden); en estados anímicos tan disímiles como el éxtasis, el letargo, el asombro, la revolución, el pánico o la abulia.
Cabe pues -a la hora de esbozar unas notas para el dibujo de aquello que entendemos por cultura- realizar una suerte de historia cultural de la especie junto a una historia espiritual de la criatura, relatos que se fundamentan en la tesis según la cual el hombre es un efecto de influjos y adiestramientos. Para ellos revisaremos los debates en torno a los influjos inhibitorios y los desinhibitorios, los que de acuerdo a los planteamientos de Peter Sloterdijk en Normas para el Parque Humano[2] se corresponden con la Barbarie y el Humanismo respectivamente, siendo el Fascismo una mezcla paradójica de ambas tendencias.
2.- Normas para el parque humano, naturaleza y alcances del la crisis del humanismo.
Así pues a partir del análisis que realiza Sloterdijk, en su conferencia Normas para el parque humano, acerca de la naturaleza y los alcances del fenómeno humanista, es posible establecer que el Humanismo se constituye sobre la base del reconocimiento de sí mismo como antagonista de la Barbarie. Su origen y su desarrollo están profundamente marcados por este deseo de generar un límite inexpugnable entre la cultura humanista y el salvajismo, o dicho de otro modo, entre el hombre propiamente humano y el hombre salvaje.
El origen del humanismo se debe en último término a la disposición de los romanos a leer los escritos de los maestros griegos como si fueran cartas dirigidas a amigos en la distancia. Se podría entonces retrotraer el fantasma comunitario que subyace de todo humanismo al modelo de la amigable sociedad literaria, de esta forma, el mundo humanizado parece surgir de la secta de alfabetizados, que como muchas otras sectas dan a luz un proyecto expansionista y universalista, organizado a través de lecturas asociadas en cada caso a un espacio e ideario nacional. Las naciones modernas son así poderosas ficciones de públicos letrados, convertidos a partir de los mismos escritos en armónicas alianzas de amistad.
Si nuestra época acusa una decadencia y crisis del humanismo en irremisible declive, se debe a que la época del humanismo nacional-burgués llego a su fin, y esto porque el arte de inscribir cartas de amor a una nación de amigos, aun cuando adquirió un carácter profesional, no fue ya suficiente para anudar el vínculo telecomunicativo -acción a distancia, telepatía- entre los habitantes de la moderna sociedad de masas. Por el establecimiento mediático de la cultura de masas en el primer mundo en 1918 con la radio, y tras 1945 con la televisión y aun más por medio de las revoluciones de redes actuales, las coexistencias de las personas en las sociedades contemporáneas se ha a vuelto establecer sobre nuevas bases.
Los nuevos medios de la telecomunicación político cultural, que tomaron la delantera en el intervalo, son los que acorralaron al esquema de la amistad escrituraria y lo llevaron a sus modestas dimensiones actuales, lo que nos ha llevado a la pregunta sobre el futuro del humanismo y sus medios.
3.- El credo del humanismo: La lectura correcta doméstica.
“Es fácil de entender que precisamente aquellas épocas que han hecho sus principales experiencias a partir de un potencial de barbarie liberado excesivamente en las relaciones interhumanas, sean asimismo aquellas en las que el llamado al Humanismo suele sonar más alto y perentorio. Quien hoy se pregunta por el futuro del humanitarismo y de los medios de humanización, quiere saber en el fondo si quedan esperanzas de dominar las tendencias actuales que apuntan a la caída en el salvajismo [Verwilderung] del hombre”.[3]
El hombre que ingresa en la esfera cultural del Humanismo tradicional, se resguarda, a través de un campo de fuerza racional, frente a los peligros que implica su naturaleza animal e instintiva. De este modo, el humanismo intenta aplacar el componente agresivo e irracional del hombre, sometiéndolo al influjo de lo que se conocerá como educación, entendida ésta, como cultura letrada.
“El fenómeno humanista gana atención hoy sobre todo porque recuerda –aun de modo velado y confuso– que en la alta cultura, los seres humanos son cautivados constantemente y al mismo tiempo por dos fuerzas formativas, que por afán simplificador llamaremos aquí influjos inhibitorio y desinhibitorio. El convencimiento de que los seres humanos son «animales bajo influjo» pertenece al credo del humanismo, así como el de que consecuentemente es imprescindible llegar a descubrir el modo correcto de influir sobre ellos. La etiqueta Humanismo recuerda –con falsa inocencia– la perpetua batalla en torno al hombre, que se ratifica como una lucha entre las tendencias bestializantes y las domesticadoras”[4].
Sloterdijk propone así que la dicotomía entre Humanismo y Barbarie supone de antemano una idea que justifica la diferencia entre uno y otro, la cual forma parte fundamental del programa humanista: tanto el carácter como la conducta del hombre son afectados por la acción de distintos tipos de influjos o tendencias: las bestializantes y las domesticadoras .
Aquí cabe notar el hecho inquietante de que el salvajismo, hoy como siempre, suele aparecer precisamente en los momentos de mayor despliegue de poder, ya sea como tosquedad directamente guerrera, o como bestialización cotidiana de los seres humanos en los medios de entretenimiento desinhibitorio. De ambos tipos, los romanos suministraron modelos que perdurarían en la Europa posterior: del uno con su omnipresente militarismo, del otro por medio de su premonitoria industria del entretenimiento basada en el juego sangriento. El tema latente del humanismo es entonces el rescate del ser humano del salvajismo, y su tesis latente dice: La lectura correcta domestica.
4.- La escalada deshumanizadora de la rugiente jauría del espectáculo.
“El fenómeno humanista gana atención hoy sobre todo porque recuerda –aun de modo velado y confuso– que en la alta cultura, los seres humanos son cautivados constantemente y al mismo tiempo por dos fuerzas formativas, que por afán simplificador llamaremos aquí influjos inhibitorio y desinhibitorio.
El convencimiento de que los seres humanos son "animales bajo influjo" pertenece al credo del humanismo, así como el de que consecuentemente es imprescindible llegar a descubrir el modo correcto de influir sobre ellos”.[5]
En opinión de Sloterdijk, la constitución del hombre es determinada por la influencia de dos tipos de fuerza –influjos inhibitorios y desinhibitorios– que ejercen movimientos contradictorios, los que hacia la época de Cicerón eran todavía poderes fáciles de identificar, pues cada uno poseía su propio medio característico. En lo que toca a los influjos de bestialización, los romanos tenían establecida, con sus anfiteatros, sus cacerías, sus juegos y luchas mortales, los espectáculos de sus ejecuciones, la red mass-mediática más exitosa de todo el orbe. En estadios rugientes en torno al mar Mediterráneo surgió a sus expensas el desatado ‘homo inhumanus’ como pocas veces se había visto antes y raramente se vería después. Durante el Imperio, la provisión de fascinaciones bestiales para las masas romanas se convirtió en una técnica de dominio indispensable y rutinaria, que se ha mantenido en la memoria hasta el día de hoy gracias a la fórmula juvenaliana del “pan y circo”. Sólo se puede entender el humanismo antiguo si se lo concibe como toma de partido en un conflicto mediático, es decir, como resistencia de los libros contra el anfiteatro, y como oposición de las lecturas humanizadoras, proclives a la resignación, instauradoras de la memoria, contra la resaca de ebriedad y sensaciones deshumanizadoras, arrebatadas de impaciencia, de los estadios. Lo que los romanos educados llamaban ‘humanitas’, sería impensable sin la demanda de abstinencia de la cultura de masas en los teatros de la ferocidad. Si el humanista se extravía alguna vez entre la multitud bramante, es sólo para constatar que también él es un hombre y como tal puede también él ser contaminado por esa tendencia a la bestialidad. Luego vuelve del teatro a su casa, avergonzado por su involuntaria participación en sensaciones infecciosas, y de pronto se ve obligado a aceptar que nada de lo humano le es ajeno. Pero con ello también queda dicho que la naturaleza humana consiste en elegir los medios domesticadores para el desarrollo de la propia naturaleza, y renunciar a los desinhibidores. El sentido de esta elección de medios reside en perder la costumbre de la propia bestialidad posible, y poner distancia entre sí y la escalada deshumanizadora de la rugiente jauría del espectáculo[6].
Así pues los influjos desinhibitorios se manifiestan bajo la forma de estímulos promotores de la bestialización y la banalización del ser humano.
En nuestra época es posible establecer una analogía con la función de los mass media, la red mediática y telecomunicativa global; la televisión, Internet y el cine –el Entertainment– que tiene como principal función proporcionar recreo en tiempos de ocio, forjando públicos cautivos –una “masa”– a la que según el distingo introducido por Sloterdijk[7] cabe –más precisamente – llamar audiencia[8].
El propio Sloterdijk da cuenta, en su obra El desprecio de las masas[9], de la repercusión social que generan los diversos medios de comunicación masiva, modificando la forma en que la masa se agrupa e incluso promoviendo un anquilosamiento del nivel intelectual general, un decaimiento del tipo general humano, como diría Nietzsche.
“La sociedad vertebrada por la red mediática vibra en una situación en la que millones de personas han dejado de hacer aparición como una totalidad reunida ante un acontecimiento contemporáneo, como una esencia viva colectiva conspiradora, repleta de gente, densa, violenta, tendente a confluir y a estallar. Hoy, muy al contrario, la masa en cuanto tal ya sólo se experimenta a sí misma bajo el signo de lo particular, desde la perspectiva de individuos que, como diminutas partículas elementales de una vulgaridad invisible, se abandonan precisamente a aquellos programas generales en los que ya se presupone de antemano su condición masiva y vulgar”.[10]
Por otra parte, y como hemos visto, también existen algunos espectáculos masivos como el boxeo o la tauromaquia, donde el sentimiento que produce en los espectadores contemporáneos ver a los contendores batirse a golpes, o contemplar al torero clavarle la estaca al toro, es asimilable a la emoción que suscitaba en los romanos observar las ejecuciones, las cacerías o las luchas.
En segundo lugar, desde la perspectiva de Sloterdijk, también existen influjos inhibitorios, cuyo propósito es moderar el comportamiento, modelando tanto el pensamiento como la conducta del hombre mediante el efecto humanizador que produce la lectura de los clásicos universales. Bajo el supuesto o credo humanista que “la lectura correcta domestica”. En esto radica el sentido de todo el proyecto humanista, en la confianza que deposita en la lecto-escritura como modelo efectivo de transmisión cultural de los valores humanos,
5.- Traumas urbanos. La ciudad y los desastres.
La reflexión acerca del impacto que producen los influjos inhibitorios y los influjos desinhibitorios en el funcionamiento de nuestra sociedad presente es desarrollada por Sloterdijk en su conferencia El Palacio de Cristal, pronunciada en el marco del debate Traumas urbanos. La ciudad y los desastres, la cual tuvo lugar en Barcelona, en el año 2004. En esta conferencia, Sloterdijk establece una articulación entre ambos tipos de influjo y otros temas que forman parte de la meditación contemporánea como el capitalismo, la globalización y el terrorismo.
Sloterdijk utiliza el concepto de “densidad” para definir el estado esencial que caracteriza la convivencia en el mundo globalizado.
El rasgo distintivo de la globalidad establecida es la situación de proximidad forzosa con todo tipo de elementos. Creemos que lo más adecuado es designarla con el término topológico «densidad». Este término designa el grado de presión para la coexistencia entre un número indefinidamente grande de partículas y centros de acción. Mediante el concepto de densidad, se puede superar el romanticismo de la cercanía con el que los moralistas modernos han querido explicar la abertura del sujeto hacia el Otro.[11]
En El palacio de cristal Sloterdijk desarrolla una metáfora que permite describir el estado actual de la evolución económica y social, especialmente en los países desarrollados de Occidente, cuestión que profundizará en el reciente “En El Mundo Interior Del Capital: Para Una Teoría Filosófica de la Globalización”. El mundo que él denomina capitalismo integral, donde el espacio exterior es absorbido y extrapolado hacia un espacio interior completamente delineado y esquematizado. Este palacio de cristal desempeña el rol de cápsula que separa y protege a sus miembros de las amenazas del mundo exterior; en él, los consumidores pueden acceder a distintos tipos de productos provenientes de todas partes del globo sin tener que abandonar su burbuja de privilegio.
La existencia en comunidad, al interior del palacio de cristal, acontece bajo la forma de la densidad. La globalización impone un grado enorme de cercanía, tanto material como virtual, entre los mismos consumidores y entre éstos y los artículos de consumo. Basta pensar lo que ocurre en los centros comerciales, espacios gigantescos atiborrados de tiendas y de potenciales compradores, que ofrecen infinidad de productos comerciales destinados al consumo masivo de las multitudes, o lo que sucede con Internet, a través de esta red global los seres humanos trascienden los límites impuestos por las distancias físicas y pueden comunicarse entre sí desde cualquier lugar del orbe, además las personas tienen la posibilidad de realizar toda clase de transacciones económicas sin siquiera desplazarse de su computador.
Desde el punto de vista de Sloterdijk, el fenómeno de la densidad conduce a la primacía social de la inhibición sobre la desinhibición.
A causa de la densidad, la inhibición se transforma en nuestra segunda naturaleza. Allí donde se manifiesta, la agresión unilateral adopta la apariencia de una utopía que ya no se corresponde con ninguna praxis. La libertad para actuar obra entonces como un motivo de cuento de hadas procedente de la época en que la agresión aún prestaba algún servicio.[12]
La excesiva cercanía entre los miembros del palacio de cristal, que se expresa a través de un exorbitante nivel de densidad, tiene como consecuencias más relevantes, para el análisis que realiza Sloterdijk, la declinación de los dictados unilaterales, y la constitución hipercomunicativa de la sociedad, ambos acontecimientos confluyen para la determinación de la primacía de la inhibición.
En épocas anteriores y bajo distintas formas de organización social, los habitantes menos afortunados de una determinada comunidad debían realizar un arduo esfuerzo por satisfacer sus necesidades básicas, mientras otros, pertenecientes a clases dominantes, accedían con relativa facilidad a todo tipo de lujos. Este orden social desembocó frecuentemente en la competencia entre los miembros de un mismo estrato social, y en la lucha de las clases inferiores por obtener mejoras en su calidad de vida.
6.- Densidad y problemas migratorios en el Palacio de Cristal.
En la actualidad, el estadio de desarrollo que ofrece el palacio de cristal permite una considerable disminución de los inconvenientes propios de sistemas sociales más primitivos. Existen programas de protección social que permiten complacer las necesidades básicas de la mayoría de la población y la brecha económica entre los estratos sociales es menor que en sociedades menos desarrolladas.
Los habitantes contemporáneos del Palacio de Cristal llevan a cabo una vida marcada por el bienestar social, esto influye en el modo en que se interrelacionan, ya no se consideran unos a otros competidores en la batalla por la supervivencia, ni tampoco existen acentuados antagonismos entre las clases sociales que puedan dar pie a revoluciones o golpes de estado, manifestaciones unilaterales de la agresión.
La elevada densidad garantiza la resistencia permanente del entorno contra la expansión unilateral, una resistencia que desde el punto de vista cognitivo se puede calificar como entorno estimulante para los procesos de aprendizaje, puesto que los actores suficientemente fuertes en medios densos se hacen unos a otros inteligentes, cooperativos y amistosos (y, como es natural, también se trivializan entre sí). Esto es así porque se interponen efectivamente el uno en el camino del otro, y han aprendido a equilibrar intereses opuestos. Al cooperar tan sólo con las miras puestas en el reparto de beneficios, dan por supuesto que las reglas de juego de la reciprocidad también son evidentes para los demás.[13]
Es lo que Rorty llamaría “compartir una esperanza egoísta común”
Si bien la coexistencia en el Palacio de Cristal se desarrolla principalmente bajo las normas generales de la cordialidad y la empatía, esto no implica la ausencia de problemas de convivencia de los que hemos sido testigos – durante las últimas 3 décadas– en el escenario político internacional.
Actualmente existe un conflicto de carácter étnico en muchos de los países desarrollados. Una cantidad elevada de inmigrantes, provenientes principalmente de África, Medio-Oriente y América Latina, tanto legales como ilegales, ingresa diariamente a Europa y Estados Unidos. Esto produce serias alteraciones en el orden social. Una parte de la población residente no ve con buenos ojos la llegada de extranjeros, lo consideran una invasión al palacio de cristal. Los ciudadanos de menos recursos afrontan este hecho con mayor malestar, en tanto son los principales afectados, ya que los inmigrantes constituyen una mano de obra más económica que compite con ellos en forma ventajosa, en la carrera por conseguir empleos de baja calificación.
Adicionalmente, este problema étnico produce otro tipo de repercusiones. El incremento progresivo de extranjeros provoca que éstos vayan adquiriendo mayor poder e influencia en la construcción de la sociedad. Los extranjeros introducen sus costumbres y su religión en el contexto general, modificando – a través de procesos de hibridación- el panorama cultural de cada país.
“El fenómeno humanista gana atención hoy sobre todo porque recuerda –aun de modo velado y confuso– que en la alta cultura, los seres humanos son cautivados constantemente y al mismo tiempo por dos fuerzas formativas, que por afán simplificador llamaremos aquí influjos inhibitorio y desinhibitorio.
El convencimiento de que los seres humanos son "animales bajo influjo" pertenece al credo del humanismo, así como el de que consecuentemente es imprescindible llegar a descubrir el modo correcto de influir sobre ellos”.[5]
En opinión de Sloterdijk, la constitución del hombre es determinada por la influencia de dos tipos de fuerza –influjos inhibitorios y desinhibitorios– que ejercen movimientos contradictorios, los que hacia la época de Cicerón eran todavía poderes fáciles de identificar, pues cada uno poseía su propio medio característico. En lo que toca a los influjos de bestialización, los romanos tenían establecida, con sus anfiteatros, sus cacerías, sus juegos y luchas mortales, los espectáculos de sus ejecuciones, la red mass-mediática más exitosa de todo el orbe. En estadios rugientes en torno al mar Mediterráneo surgió a sus expensas el desatado ‘homo inhumanus’ como pocas veces se había visto antes y raramente se vería después. Durante el Imperio, la provisión de fascinaciones bestiales para las masas romanas se convirtió en una técnica de dominio indispensable y rutinaria, que se ha mantenido en la memoria hasta el día de hoy gracias a la fórmula juvenaliana del “pan y circo”. Sólo se puede entender el humanismo antiguo si se lo concibe como toma de partido en un conflicto mediático, es decir, como resistencia de los libros contra el anfiteatro, y como oposición de las lecturas humanizadoras, proclives a la resignación, instauradoras de la memoria, contra la resaca de ebriedad y sensaciones deshumanizadoras, arrebatadas de impaciencia, de los estadios. Lo que los romanos educados llamaban ‘humanitas’, sería impensable sin la demanda de abstinencia de la cultura de masas en los teatros de la ferocidad. Si el humanista se extravía alguna vez entre la multitud bramante, es sólo para constatar que también él es un hombre y como tal puede también él ser contaminado por esa tendencia a la bestialidad. Luego vuelve del teatro a su casa, avergonzado por su involuntaria participación en sensaciones infecciosas, y de pronto se ve obligado a aceptar que nada de lo humano le es ajeno. Pero con ello también queda dicho que la naturaleza humana consiste en elegir los medios domesticadores para el desarrollo de la propia naturaleza, y renunciar a los desinhibidores. El sentido de esta elección de medios reside en perder la costumbre de la propia bestialidad posible, y poner distancia entre sí y la escalada deshumanizadora de la rugiente jauría del espectáculo[6].
Así pues los influjos desinhibitorios se manifiestan bajo la forma de estímulos promotores de la bestialización y la banalización del ser humano.
En nuestra época es posible establecer una analogía con la función de los mass media, la red mediática y telecomunicativa global; la televisión, Internet y el cine –el Entertainment– que tiene como principal función proporcionar recreo en tiempos de ocio, forjando públicos cautivos –una “masa”– a la que según el distingo introducido por Sloterdijk[7] cabe –más precisamente – llamar audiencia[8].
El propio Sloterdijk da cuenta, en su obra El desprecio de las masas[9], de la repercusión social que generan los diversos medios de comunicación masiva, modificando la forma en que la masa se agrupa e incluso promoviendo un anquilosamiento del nivel intelectual general, un decaimiento del tipo general humano, como diría Nietzsche.
“La sociedad vertebrada por la red mediática vibra en una situación en la que millones de personas han dejado de hacer aparición como una totalidad reunida ante un acontecimiento contemporáneo, como una esencia viva colectiva conspiradora, repleta de gente, densa, violenta, tendente a confluir y a estallar. Hoy, muy al contrario, la masa en cuanto tal ya sólo se experimenta a sí misma bajo el signo de lo particular, desde la perspectiva de individuos que, como diminutas partículas elementales de una vulgaridad invisible, se abandonan precisamente a aquellos programas generales en los que ya se presupone de antemano su condición masiva y vulgar”.[10]
Por otra parte, y como hemos visto, también existen algunos espectáculos masivos como el boxeo o la tauromaquia, donde el sentimiento que produce en los espectadores contemporáneos ver a los contendores batirse a golpes, o contemplar al torero clavarle la estaca al toro, es asimilable a la emoción que suscitaba en los romanos observar las ejecuciones, las cacerías o las luchas.
En segundo lugar, desde la perspectiva de Sloterdijk, también existen influjos inhibitorios, cuyo propósito es moderar el comportamiento, modelando tanto el pensamiento como la conducta del hombre mediante el efecto humanizador que produce la lectura de los clásicos universales. Bajo el supuesto o credo humanista que “la lectura correcta domestica”. En esto radica el sentido de todo el proyecto humanista, en la confianza que deposita en la lecto-escritura como modelo efectivo de transmisión cultural de los valores humanos,
5.- Traumas urbanos. La ciudad y los desastres.
La reflexión acerca del impacto que producen los influjos inhibitorios y los influjos desinhibitorios en el funcionamiento de nuestra sociedad presente es desarrollada por Sloterdijk en su conferencia El Palacio de Cristal, pronunciada en el marco del debate Traumas urbanos. La ciudad y los desastres, la cual tuvo lugar en Barcelona, en el año 2004. En esta conferencia, Sloterdijk establece una articulación entre ambos tipos de influjo y otros temas que forman parte de la meditación contemporánea como el capitalismo, la globalización y el terrorismo.
Sloterdijk utiliza el concepto de “densidad” para definir el estado esencial que caracteriza la convivencia en el mundo globalizado.
El rasgo distintivo de la globalidad establecida es la situación de proximidad forzosa con todo tipo de elementos. Creemos que lo más adecuado es designarla con el término topológico «densidad». Este término designa el grado de presión para la coexistencia entre un número indefinidamente grande de partículas y centros de acción. Mediante el concepto de densidad, se puede superar el romanticismo de la cercanía con el que los moralistas modernos han querido explicar la abertura del sujeto hacia el Otro.[11]
En El palacio de cristal Sloterdijk desarrolla una metáfora que permite describir el estado actual de la evolución económica y social, especialmente en los países desarrollados de Occidente, cuestión que profundizará en el reciente “En El Mundo Interior Del Capital: Para Una Teoría Filosófica de la Globalización”. El mundo que él denomina capitalismo integral, donde el espacio exterior es absorbido y extrapolado hacia un espacio interior completamente delineado y esquematizado. Este palacio de cristal desempeña el rol de cápsula que separa y protege a sus miembros de las amenazas del mundo exterior; en él, los consumidores pueden acceder a distintos tipos de productos provenientes de todas partes del globo sin tener que abandonar su burbuja de privilegio.
La existencia en comunidad, al interior del palacio de cristal, acontece bajo la forma de la densidad. La globalización impone un grado enorme de cercanía, tanto material como virtual, entre los mismos consumidores y entre éstos y los artículos de consumo. Basta pensar lo que ocurre en los centros comerciales, espacios gigantescos atiborrados de tiendas y de potenciales compradores, que ofrecen infinidad de productos comerciales destinados al consumo masivo de las multitudes, o lo que sucede con Internet, a través de esta red global los seres humanos trascienden los límites impuestos por las distancias físicas y pueden comunicarse entre sí desde cualquier lugar del orbe, además las personas tienen la posibilidad de realizar toda clase de transacciones económicas sin siquiera desplazarse de su computador.
Desde el punto de vista de Sloterdijk, el fenómeno de la densidad conduce a la primacía social de la inhibición sobre la desinhibición.
A causa de la densidad, la inhibición se transforma en nuestra segunda naturaleza. Allí donde se manifiesta, la agresión unilateral adopta la apariencia de una utopía que ya no se corresponde con ninguna praxis. La libertad para actuar obra entonces como un motivo de cuento de hadas procedente de la época en que la agresión aún prestaba algún servicio.[12]
La excesiva cercanía entre los miembros del palacio de cristal, que se expresa a través de un exorbitante nivel de densidad, tiene como consecuencias más relevantes, para el análisis que realiza Sloterdijk, la declinación de los dictados unilaterales, y la constitución hipercomunicativa de la sociedad, ambos acontecimientos confluyen para la determinación de la primacía de la inhibición.
En épocas anteriores y bajo distintas formas de organización social, los habitantes menos afortunados de una determinada comunidad debían realizar un arduo esfuerzo por satisfacer sus necesidades básicas, mientras otros, pertenecientes a clases dominantes, accedían con relativa facilidad a todo tipo de lujos. Este orden social desembocó frecuentemente en la competencia entre los miembros de un mismo estrato social, y en la lucha de las clases inferiores por obtener mejoras en su calidad de vida.
6.- Densidad y problemas migratorios en el Palacio de Cristal.
En la actualidad, el estadio de desarrollo que ofrece el palacio de cristal permite una considerable disminución de los inconvenientes propios de sistemas sociales más primitivos. Existen programas de protección social que permiten complacer las necesidades básicas de la mayoría de la población y la brecha económica entre los estratos sociales es menor que en sociedades menos desarrolladas.
Los habitantes contemporáneos del Palacio de Cristal llevan a cabo una vida marcada por el bienestar social, esto influye en el modo en que se interrelacionan, ya no se consideran unos a otros competidores en la batalla por la supervivencia, ni tampoco existen acentuados antagonismos entre las clases sociales que puedan dar pie a revoluciones o golpes de estado, manifestaciones unilaterales de la agresión.
La elevada densidad garantiza la resistencia permanente del entorno contra la expansión unilateral, una resistencia que desde el punto de vista cognitivo se puede calificar como entorno estimulante para los procesos de aprendizaje, puesto que los actores suficientemente fuertes en medios densos se hacen unos a otros inteligentes, cooperativos y amistosos (y, como es natural, también se trivializan entre sí). Esto es así porque se interponen efectivamente el uno en el camino del otro, y han aprendido a equilibrar intereses opuestos. Al cooperar tan sólo con las miras puestas en el reparto de beneficios, dan por supuesto que las reglas de juego de la reciprocidad también son evidentes para los demás.[13]
Es lo que Rorty llamaría “compartir una esperanza egoísta común”
Si bien la coexistencia en el Palacio de Cristal se desarrolla principalmente bajo las normas generales de la cordialidad y la empatía, esto no implica la ausencia de problemas de convivencia de los que hemos sido testigos – durante las últimas 3 décadas– en el escenario político internacional.
Actualmente existe un conflicto de carácter étnico en muchos de los países desarrollados. Una cantidad elevada de inmigrantes, provenientes principalmente de África, Medio-Oriente y América Latina, tanto legales como ilegales, ingresa diariamente a Europa y Estados Unidos. Esto produce serias alteraciones en el orden social. Una parte de la población residente no ve con buenos ojos la llegada de extranjeros, lo consideran una invasión al palacio de cristal. Los ciudadanos de menos recursos afrontan este hecho con mayor malestar, en tanto son los principales afectados, ya que los inmigrantes constituyen una mano de obra más económica que compite con ellos en forma ventajosa, en la carrera por conseguir empleos de baja calificación.
Adicionalmente, este problema étnico produce otro tipo de repercusiones. El incremento progresivo de extranjeros provoca que éstos vayan adquiriendo mayor poder e influencia en la construcción de la sociedad. Los extranjeros introducen sus costumbres y su religión en el contexto general, modificando – a través de procesos de hibridación- el panorama cultural de cada país.
Adolfo Vásquez Rocca
*Este Estudio e Investigación del Dr. Adolfo Vásquez Rocca está en desarrollo y será completado en una próxima entrega, así como en su próximo Seminario de Postgrado en el Doctorado en Filosofía PUCV Valparaíso 1º Semestre 2008 “Sloterdijk – W. Benjamín”.
**Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Estética y Antropología. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV; Profesor de Antropología en la Escuela de Medicina y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. En Octubre de 2006 y 2007 es invitado por la Fundación Hombre y Mundo y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias Magistrales en México. Profesor visitante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado UCM. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo.
[1] Adolfo Vásquez Rocca - Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Estética y Antropología. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV; Profesor de Antropología en la Escuela de Medicina y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. En Octubre de 2006 y 2007 es invitado por la Fundación Hombre y Mundo y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias Magistrales en México. Profesor visitante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado UCM. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo.
[2] SLOTERDIJK, Peter, Normas para el parque humano, una respuesta a la Carta sobre el Humanismo. Ediciones Siruela, Madrid, 2000.
[3] SLOTERDIJK, Peter, Normas para el parque humano, una respuesta a la Carta sobre el Humanismo. Ediciones Siruela, Madrid, 2000.
[4] SLOTERDIJK, Peter, Normas para el parque humano, una respuesta a la Carta sobre el Humanismo. Ediciones Siruela, Madrid, 2000.
[5] SLOTERDIJK, Peter, Normas para el parque humano, una respuesta a la Carta sobre el Humanismo. Ediciones Siruela, Madrid, 2000.
[6] SLOTERDIJK, Peter, Normas para el parque humano, una respuesta a la Carta sobre el Humanismo. Ediciones Siruela, Madrid, 2000.
[7] SLOTERDIJK, Peter, El desprecio de las masas. Editorial Pre-Textos, Valencia, 2005
[8]
[9] SLOTERDIJK, Peter, El desprecio de las masas. Editorial Pre-Textos, Valencia, 2005
[10] SLOTERDIJK, Peter, El desprecio de las masas. Editorial Pre-Textos, Valencia, 2005
[11] SLOTERDIJK, Peter, El Palacio de Cristal, Barcelona, 2004.
[12] SLOTERDIJK, Peter, El palacio de cristal, Barcelona, 2004.
[13] SLOTERDIJK, Peter, El palacio de cristal,, Barcelona, 2004.
SLOTERDIJK Y NIETZSCHE; POSTHUMANISMO, ANTROPOTECNIAS Y COMPLEJIDAD EXTRAHUMANA
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